Conocido por su resistencia y habilidades de caza, el Lince Rojo es un habitante emblemático del desierto Chihuahuense y del Bolsón de Mapimí, ambos desiertos de los que forma parte Jiménez.
HISTORIASMX. – En el vasto y árido paisaje del desierto de Jiménez, una figura esquiva y majestuosa acecha entre los matorrales y las rocas: el enigmático Lince Rojo (Lynx rufus). Esta especie de felino, conocida por su distintivo pelaje gris a marrón y orejas negras, es una de las dos especies de linces nativas de América del Norte.
Conocido por su resistencia y habilidades de caza, el Lince Rojo es un habitante emblemático del desierto Chihuahuense y del Bolsón de Mapimí. Aunque su población ha enfrentado desafíos por la caza deportiva y la pérdida de hábitat, este felino ha demostrado una notable adaptabilidad.
El Lince Rojo es más pequeño que su primo, el lince del Canadá, pero su presencia es igualmente impresionante. Con una longitud de hasta 63 cm y un peso que oscila entre los 5.9 y 10.8 kg (aunque algunos individuos pueden alcanzar hasta 18 kg), este depredador se sitúa en la cima de la cadena alimentaria del desierto.
Su distribución abarca desde el sur de Canadá hasta el sur de México, extendiéndose desde la costa atlántica hasta la del Pacífico en los Estados Unidos. Este amplio rango refleja su capacidad para adaptarse a una variedad de hábitats, desde bosques boreales hasta zonas semidesérticas, evitando las zonas cultivadas y las praderas.
A pesar de su estatus resistente, el Lince Rojo enfrenta amenazas constantes, incluida la fragmentación del hábitat y la persecución humana. La caza deportiva y la demanda de su piel han contribuido a la disminución de algunas poblaciones, especialmente en el medio oeste de los Estados Unidos.
En México, el Lince Rojo también es perseguido debido a la creencia errónea de que representa una amenaza para el ganado. Sin embargo, este felino desempeña un papel crucial en el equilibrio ecológico del desierto, controlando las poblaciones de presas como liebres, conejos y roedores.
A pesar de los desafíos que enfrenta, el Lince Rojo sigue siendo un símbolo de la belleza y la resiliencia del desierto de Jiménez. Su presencia nos recuerda la importancia de proteger y conservar los hábitats naturales para garantizar la supervivencia de las especies emblemáticas de nuestra región.