En el año de 1852, se ubicaron en el municipio de Jiménez, dos fragmentos de meteoritos a los cuales se les conoció como Chupaderos I y Chupaderos II, pesando 14.1 y 6.8 toneladas respectivamente, fueron encontrados a tan solo 250 metros uno del otro, en el Rancho Chupaderos.
HISTORIASMX. – En la Sierra de Chupaderos, perteneciente al municipio de Jiménez, Chihuahua, y ubicada a tan solo 30 minutos de la cabecera municipal, durante el año de 1852, según el Servicio Geológico Mexicano (SGM), fue el escenario de una lluvia meteórica, donde uno de los meteoritos que impactó en territorio de Jiménez, se dividió en dos fragmentos.
Este meteorito, al cual se le denominó Chupaderos, nombre mismo que el de la sierra en donde impactó, se dividió en dos grandes trozos, uno de 14.1 y 6.8 toneladas.
Un tercer fragmento de este meteorito impactó en la Sierra de las Adargas, contigua al manantial del Ojo de Dolores. Este meteorito de colosales dimensiones y que se dividió en tres partes, dejó algunos vestigios que aún se pueden encontrar, como micrometeoritos.
La historia de este meteorito data durante el apogeo del siglo XVIII, un alemán de renombre, Alexander von Humboldt, se aventuró a las vastas tierras de la Nueva España, conocida hoy como México.
En su equipaje, llevaba un insaciable apetito por la exploración científica y un deseo ferviente de descubrir los secretos de la naturaleza.
Este viaje marcaría un hito en la historia de la mineralogía y la astronomía, al igual que en la historia del meteorito de Chupaderos.
El real seminario de minería y el origen de la intriga.
En 1792, el Real Seminario de Minería fue fundado en la Nueva España, dando inicio a la primera colección de rocas y minerales del país.
Entre sus tesoros, se encontraban fragmentos de meteoritos, un enigma en sí mismo para la ciencia de la época.
Fue en este lugar donde se resguardaron los primeros fragmentos conocidos de los meteoritos de Zacatecas, Charcas, Toluca, y uno que entonces se creía estar en Durango.
La llegada de Humboldt y Bonplan.
En 1803, Alexander Humboldt llegó a la Nueva España, acompañado por el médico y naturalista francés Aimé Bonplan. Los dos naturalistas se sintieron atraídos por los misteriosos meteoritos de la región, incluyendo aquel que se creía ubicado en Durango.
Sin embargo, la búsqueda de este meteorito en particular resultó ser un desafío. La confusión radicaba en que, en aquellos tiempos, la provincia de Durango incluía no solo el estado homónimo, sino también Coahuila y Chihuahua.
Finalmente, se confirmaría que el meteorito del que hablaba Humboldt era el famoso Chupaderos.
La caza del tesoro cósmico en Chupaderos.
En 1852, un giro del destino reveló el paradero del anhelado meteorito. Dos fragmentos masivos, conocidos como Chupaderos I y Chupaderos II, pesando 14.1 y 6.8 toneladas respectivamente, fueron encontrados a tan solo 250 metros uno del otro, en el Rancho Chupaderos, cerca del antiguo poblado de Huejuquilla, hoy municipio de Jiménez en Chihuahua.
Un tercer fragmento, de 3.4 toneladas, se descubrió en la Sierra de Adargas, a unos 40 kilómetros al sureste de Huejuquilla.
Estos tres fragmentos conforman el grupo Huejuquilla, siendo la región de Adargas un punto clave en la historia del meteorito.
Antes de 1600, Adargas ya era conocido por su proximidad a las rutas que unían Chihuahua con Durango. En 1840, el pueblo de Adargas fue trasladado a la hacienda La Concepción, sin embargo, el misterio del meteorito persistía en el aire.
Chupaderos I y II, junto con el fragmento de Adargas, permanecieron en su ubicación original hasta 1893, cuando el Ingeniero Antonio del Castillo tomó la audaz decisión de trasladar estos tesoros cósmicos a la Ciudad de México.
Este movimiento no solo preservó la invaluable herencia científica, sino que también permitió a la comunidad científica internacional estudiar estos fragmentos en profundidad.
El, meteorito de Chupaderos en la actualidad.
Hoy en día, el meteorito de Chupaderos se considera uno de los tesoros científicos de México. Su estudio ha revelado información crucial sobre la formación del sistema solar y los procesos geológicos en la Tierra.
Los fragmentos de Chupaderos son una ventana al pasado, una mirada a través del tiempo y el espacio que despierta la curiosidad de científicos y entusiastas por igual.
Este meteorito, que una vez fue utilizado como yunque en las culturas indígenas y como punto de referencia en los caminos, se ha convertido en un faro de conocimiento y descubrimiento en el mundo de la astronomía y la geología.
El meteorito de Chupaderos es un ejemplo vívido de cómo la ciencia y la perseverancia pueden desvelar los misterios más profundos del cosmos y arrojar luz sobre nuestra propia historia en la Tierra.
Su historia es un recordatorio de que la curiosidad humana no tiene límites y de que, a veces, las respuestas a los mayores enigmas se encuentran más cerca de lo que uno podría imaginar.
Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila.
Fotografía: HISTORIASMX / Gorki Rodríguez.