En el extremo sur del estado de Chihuahua, donde el terreno se alza majestuoso y abrupto, se encuentra la imponente Sierra Ojo del Almagre. Esta cadena montañosa, de más de 30 kilómetros de largo y 3 kilómetros de ancho, se eleva a más de 2,000 metros sobre el nivel del mar. Aquí, en la frontera natural entre Chihuahua y Coahuila, comienza nuestra aventura.
HISTORIASMX. – Partimos temprano desde el pueblo de Jiménez, con el primer rayo del sol pintando el horizonte de tonos dorados y rojizos. La sierra se vislumbra a lo lejos, una muralla natural que desafía a todo aquel que se atreva a explorar sus misterios. Con cada kilómetro que avanzamos, la vegetación del desierto chihuahuense se va haciendo más evidente, revelando un ecosistema tan robusto como fascinante.
La Flora del Desierto.
Al adentrarnos en la sierra, nos encontramos con una increíble diversidad de plantas del desierto. La gobernadora (Larrea tridentata) es una de las primeras en capturar nuestra atención. Esta planta, con sus hojas pequeñas y resinosas, exuda un aroma distintivo, especialmente después de la lluvia. Es una planta de gran longevidad, capaz de vivir hasta 100 años, y sus propiedades medicinales son ampliamente conocidas y utilizadas por las comunidades locales para tratar dolores y heridas.
El ocotillo (Fouquieria splendens) es otra maravilla botánica que encontramos en nuestro camino. Sus largos tallos espinosos, que pueden alcanzar hasta seis metros de altura, se cubren de hojas verdes y flores rojas brillantes durante la temporada de lluvias, creando un espectáculo visual impresionante. Los indígenas de la región han utilizado el ocotillo durante siglos para construir cercas y estructuras ligeras, aprovechando su robustez y resistencia.
El sotol (Dasylirion wheeleri) también nos fascina con sus hojas largas y dentadas que forman una roseta. Esta planta suculenta es fundamental para la cultura local, ya que se utiliza para fabricar una bebida alcohólica tradicional llamada sotol. Además, proporciona refugio y alimento a numerosas especies de fauna local, destacándose por su importancia ecológica y cultural.
Nos encontramos luego con la yuca (Yucca elata), una planta que se destaca por sus espigas altas y racimos de flores blancas. La yuca no solo es un símbolo del desierto, sino que también tiene múltiples usos, desde la obtención de fibras para textiles hasta la fabricación de jabones y medicinas. Su presencia es un testimonio de la adaptabilidad y resistencia de la vida en el desierto.
El agave (Agave lechuguilla) nos impresiona con sus hojas puntiagudas y duras, adaptaciones perfectas para el clima árido. Este agave es crucial para la economía local, ya que de él se extraen fibras utilizadas en la producción de cuerdas y otros productos. Además, es un componente esencial en la elaboración de bebidas como el mezcal, subrayando su relevancia tanto económica como cultural.
Finalmente, el nopal (Opuntia spp.) con sus características palas y frutos comestibles, conocidos como tunas, se presenta como una fuente vital de alimento y agua para la fauna local. Este cactus es altamente valorado por sus propiedades nutricionales y medicinales, y su capacidad para prosperar en condiciones extremas lo convierte en un verdadero emblema del desierto.
Encuentros con la Fauna.
La Sierra Ojo del Almagre no solo es hogar de una flora única, sino también de una variada fauna. Durante nuestra travesía, tenemos la fortuna de avistar al águila real (Aquila chrysaetos), una de las aves rapaces más majestuosas del mundo. Con una envergadura que puede superar los dos metros, este poderoso depredador sobrevuela la sierra en busca de presas. Su aguda visión le permite detectar pequeños mamíferos desde gran altura, y su vuelo es una demostración de fuerza y gracia. Ver un águila real en su hábitat natural es una experiencia que deja sin aliento.
En las sombras de la sierra, el puma (Puma concolor) se mueve con elegancia y sigilo. Este felino, el más grande de América del Norte, es un cazador solitario que se desliza entre las rocas y arbustos de la sierra con una gracia incomparable. Aunque es raro avistarlo debido a su naturaleza esquiva, sus huellas y rastros son evidencia de su presencia constante en este territorio. Saber que el puma deambula por estos parajes añade un toque de misterio y respeto a nuestro recorrido.
El zorro gris (Urocyon cinereoargenteus) aparece en nuestro camino, husmeando entre la vegetación en busca de comida. Este pequeño canino, con su pelaje espeso y grisáceo, es un experto cazador nocturno que se alimenta de roedores, insectos y frutas. Su agilidad y adaptabilidad le permiten sobrevivir en las condiciones extremas del desierto, y su comportamiento curioso y juguetón lo convierte en una de las criaturas más encantadoras de la región.
A lo lejos, observamos a un grupo de venados cola blanca (Odocoileus virginianus) pastando serenamente en los claros de la sierra. Estos elegantes herbívoros son cruciales para el equilibrio del ecosistema, ya que ayudan a mantener la vegetación bajo control. Ver a un grupo de venados moverse con gracia por el paisaje es un recordatorio de la belleza y la fragilidad de la vida silvestre.
Finalmente, tenemos un encuentro cercano con la serpiente de cascabel (Crotalus molossus). Esta serpiente, una de las especies más icónicas del desierto, emite su característico sonido de advertencia mediante los anillos en su cola, recordándonos la necesidad de avanzar con precaución. A pesar de su reputación temible, la serpiente de cascabel juega un papel vital en el control de la población de roedores y mantiene el equilibrio del ecosistema.
El Bosque Petrificado.
Cerca del rancho El Relíz, un desvío nos lleva a uno de los tesoros más asombrosos de la sierra: un bosque petrificado. Aquí, árboles de eras pasadas se han transformado en piedra, conservando su forma a lo largo de milenios.
Caminar entre estos gigantes de piedra es como viajar en el tiempo, una experiencia que nos deja sin palabras. Los troncos petrificados, algunos de varios metros de altura, se alzan como testigos silenciosos de un mundo antiguo.
El Velociraptor Petrificado.
En el faldeo de la sierra, según las historias transmitidas por los rancheros de la zona, yace algo aún más asombroso: un velociraptor petrificado. Decidimos investigar, guiados por la curiosidad y los relatos de los lugareños.
Y ahí estaba, incrustado en la roca, una figura que parece un raptor, con sus garras y cola característicos, eternamente capturado en el acto de correr. Aunque algunos dudan de su autenticidad, para nosotros, es un recordatorio de los antiguos habitantes de esta tierra y de los misterios que aún guarda la Sierra Ojo del Almagre.
La Tormenta Torrencial.
De repente, el cielo se oscureció y una fuerte lluvia torrencial nos atrapó en el camino. Las gotas comenzaron a caer con fuerza, empapándonos en cuestión de minutos. El sonido del agua golpeando las rocas y la tierra creó una sinfonía natural que, aunque desafiante, añadía un toque de drama y belleza a nuestra aventura. La lluvia intensificó los colores del paisaje, haciendo que los verdes se volvieran más vibrantes y los marrones más profundos.
Caminamos con cautela, sintiendo la tierra transformarse bajo nuestros pies en barro resbaladizo. A pesar de la dificultad, la tormenta nos recordó la fuerza y la imprevisibilidad de la naturaleza, subrayando la majestuosidad de la Sierra Ojo del Almagre.
Regreso a Casa.
Nuestro viaje a la Sierra Ojo del Almagre ha sido una aventura llena de descubrimientos y asombro. Desde la riqueza de su flora y fauna hasta los impresionantes restos petrificados, este último territorio de Chihuahua nos ha mostrado la grandeza de la naturaleza y la historia que alberga.
Con el corazón lleno de nuevas historias y la promesa de regresar, emprendemos el camino de vuelta, llevando con nosotros el espíritu indómito de la Sierra Ojo del Almagre.
Por: Gorki Rodríguez.