🌧️ Media pulgada de esperanza: efecto de la lluvia sobre la ganadería del desierto entre Jiménez y Camargo.

En el corazón árido del sur de Chihuahua, un fenómeno meteorológico menor tuvo un impacto profundo: media pulgada de lluvia bastó para despertar memorias, provocar lágrimas y avivar la discusión sobre el futuro de la ganadería y los suelos en el gran desierto chihuahuense.

HISTORIASMX. – En la línea de polvo y horizonte que divide los municipios de Jiménez y Camargo, en el sur de Chihuahua, la lluvia es algo más que agua: es historia, mito y sustento. Desde hacía meses, los vaqueros del agostadero caminaban sin sombra y sin pasto, con el alma tan reseca como el monte. Pero el sábado 21 de junio de 2025, a eso de las cinco de la tarde, el cielo cambió. El viento viró. Y el milagro sucedió: llovió.

No fue una tormenta ni un ciclón. Cayó media pulgada de agua, lo suficiente para despertar a las semillas dormidas, revivir algunos presones y devolverle la voz al desierto. Una bendición momentánea que, sin embargo, dejó al descubierto las heridas abiertas del campo: la erosión, la sobrecarga ganadera, la pérdida de biodiversidad y el quiebre de los ciclos naturales.

🐂 Vaqueros de fe y tierra agrietada

La región comprendida entre ranchos ganaderos ubicados en la frontera de Jiménez y Camargo, es tierra ganadera desde hace generaciones. La economía gira en torno a la ganadería extensiva basada en agostadero: un sistema en el que el ganado pasta libremente sobre grandes extensiones de monte natural. Pero la sequía prolongada —de más de 3 años con lluvias erráticas— ha puesto en crisis ese modelo.

“Habíamos llegado al punto de vender reses por hambre, no por engorda”, dice un ganadero de la zona, mientras que un vaquero replica que, “El monte se murió. Las vacas andaban mordiendo ramas secas, tierra con salitre y nopales.”

El 21 de junio, la esperanza regresó. Cuentan que en varios ranchos, los vaqueros se reunieron en silencio. No rezaron a un dios en específico. Le hablaron al cielo, al monte, a las nubes que se asomaban. Hicieron lo que sus abuelos llamaban «el llamado del agua»: una mezcla de tradición oral, observación del clima, y pura necesidad.

🌧️ La media pulgada que transformó el paisaje

La lluvia comenzó siendo un chispeo irregular, pero en menos de una hora, el viento húmedo del Este trajo una línea de tormenta que cubrió por completo la franja Este-Noreste entre Jiménez y Camargo, alcanzando incluso a las Sierras San Francisco, El Diablo y Ojo del Almagre, en los márgenes de Chihuahua con Coahuila.

La precipitación media fue de 12.6 mm (media pulgada), suficiente para rehidratar la superficie, formar escurrimientos en pendientes y llenar parcialmente presones y jagüeyes. En el rancho “El Cimarrón”, un charco de 14 metros que llevaba seco desde marzo comenzó a captar agua de ladera.

La transformación fue casi inmediata. “En la madrugada ya se escuchaban los primeros sapos. En la mañana del 22, las huellas de venado y jabalí estaban por todas partes”, relatan vaqueros de la zona.

🌿 El desierto vivo: flora y fauna en reacción

El desierto chihuahuense no está muerto: está dormido, latente, esperando la humedad como detonador de vida. La flora local —compuesta por pastos como el toboso, mezquite, gobernadora, navajita, salicornia y guapilla— está adaptada a brotar tras eventos breves pero intensos de lluvia.

En las 24 horas posteriores a la precipitación, se registraron brotes verdes de mezquites y retama, además del reverdecimiento de zacatales nativos.

La fauna también respondió. Se reportaron movimientos de codorniz, coyote, venado cola blanca, zorra del desierto, tortuga de tierra y víbora cascabel. Especies que habían desaparecido del entorno visual regresaron con la humedad.

💧 Presones y el «llanto de agua»: una metáfora viva

En más de una decena de ranchos, los responsables de campo reportaron el fenómeno conocido como “llanto de agua”: es cuando el suelo, duro y reseco, comienza a liberar vapor tras el primer contacto con la lluvia. Es literal y simbólico.

Los presones —infraestructuras rurales para captar escurrimientos superficiales— comenzaron a llenarse. Algunos de ellos apenas si alcanzaron los 20 o 30 centímetros, pero después de meses completamente secos, eso fue una señal de vida.

“Ver el agua estancada otra vez fue como ver un hijo perdido. No lo podías creer”, confiesan algunos ganaderos.

⚠️ Ganadería en crisis: cuando la lluvia no basta

Pese al júbilo, todos saben que una sola lluvia no salva el ciclo. La ganadería del sur de Chihuahua se enfrenta a un problema estructural: la sobreexplotación del agostadero. La carga animal ha rebasado la capacidad de regeneración de los pastos. Los suelos, sin vegetación de cobertura, no retienen humedad. Y cuando llueve, el agua escurre sin penetrar.

Además, muchos ranchos —en busca de rendimiento— han desmontado arbustos nativos, aplanado suelos y compactado zonas de pastoreo. Esto ha agravado la erosión, tanto hídrica como eólica.

“Cuando el suelo está desnudo, el viento se lo lleva. Y cuando llueve, el agua también. Estamos dejando sin piel a la tierra”, resumen expertos en ecología.

🌀 El ciclo roto: causas de la desertificación

Históricamente, esta región era parte de un ecosistema semiárido con alta biodiversidad. Pero el modelo extractivista agroganadero impuesto desde mediados del siglo XX modificó los flujos de agua, suelo y vegetación.

Entre las causas del colapso del agostadero están:

  • Cargas excesivas de ganado sin rotación.
  • Eliminación de especies clave como el guapilla y el mezquite.
  • Compactación del suelo por maquinaria y sobrepastoreo.
  • Ausencia de estrategias de captación de agua de lluvia.
  • Cambios en el régimen de lluvias debido al cambio climático.

Los rancheros lo saben. Pero el mercado, la tradición y la falta de apoyo institucional los empuja a repetir el modelo, incluso sabiendo que ya no es sostenible.

🌱 El llamado de la tierra: hacia una ganadería regenerativa

Frente al agotamiento del modelo tradicional, la ganadería regenerativa aparece como alternativa real y urgente.

Este enfoque propone restaurar los ciclos naturales mediante prácticas como:

  • Pastoreo rotacional adaptativo.
  • Reforestación con especies nativas.
  • Construcción de presas de contorno para captar escurrimientos.
  • Cobertura vegetal permanente del suelo.
  • Captura de carbono y conservación de biodiversidad.

“Si no regeneramos el suelo, ni cien lluvias van a bastar. El agua se va. El monte no retiene. El ganado sufre. Es como cargar un cántaro sin fondo”, de acuerdo a estudios sobre manejo regenerativo de pastizales en agostaderos.

📌 Epílogo: la lluvia del 21 de junio como espejo

La lluvia del 21 y 22 de junio de 2025 fue pequeña en datos, pero enorme en significado. Demostró que la naturaleza aún responde cuando se le da oportunidad. Pero también puso en evidencia que la ganadería y el campo no pueden seguir esperando milagros.

La tierra habló. El cielo respondió. Ahora toca al ser humano hacer su parte.

Si no se cambia el rumbo, el próximo junio puede volver a ser solo polvo. Si se actúa hoy, la lluvia del 21 de junio no será una anécdota, sino el inicio de una nueva forma de relacionarse con el desierto: no desde el dominio, sino desde la regeneración.

Por: Gorki Rodríguez.

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