Las bebidas espirituosas del norte de México son únicas, tanto el sotol como la lechuguilla, contienen un espíritu el cual conoceremos en este reportaje de Faridy Bujaidar.  

Historiasmx / Faridy Bujaidar. – Lupe produce sotol, churique[1] y bacanora[2] en su rancho, en Madera cerca de la frontera que divide al estado de Chihuahua con Sonora: “sabe a que es de lejos” me respondió después de que probó la lechuguilla de Batopilas que le di, que no es muy diferente a las bebidas que él produce: todas son transparentes, de buen perlado[3], y las plantas con las que se hacen son similares. Sus diferencias más notables son perceptibles a través del olor y el sabor. Y es que, uno de mis problemas de estudio es sobre las dinámicas sociales que otorgan valor a las bebidas destiladas partir su análisis sensorial, poniendo énfasis en los aromas y los sabores ¿cómo pueden ser abordadas desde la antropología? 

En el idioma español existen pocas palabras usadas de manera estricta para la descripción de las experiencias gustativas (salado, dulce, ácido, amargo y umami) ya que, las experiencias vinculadas al gusto, el tacto y el olfato como formas de exploración de la racionalidad y el conocimiento han sido poco exploradas en el ámbito de la filosofía[4] (Korsmeyer, 2002). Pese a esta limitación en el lenguaje en la descripción de experiencias gustativas, la descripción de aromas y sabores en el español se abre lugar en la imaginación por medio del uso de metáforas que vinculan estas experiencias con elementos presentes en el paisaje, con momentos específicos de su producción e incluso con personas. 

Los olores, los sabores y las metáforas que son utilizadas para describirlos pueden ser estudiados desde distintos paradigmas: los olores y los sabores de los sotoles y las lechuguillas pueden ser analizados desde las ciencias químicas analizando en laboratorios su composición molecular y encontrar  correspondencias olfativas y sápidas con sus procesos de producción, con las plantas de que están hechas, con los tipos de suelos e incluso con las levaduras presentes en el ambiente. Pero las palabras que son usadas para describir olores y sabores pueden ser analizadas en relación con el entorno cultural de quien las emplea. Estas palabras, que frecuentemente son metáforas, tienen correspondencia con la memoria de la persona que los describe y con el entorno cultural como una expresión de la memoria colectiva: ¿en qué se diferencian las descripciones de olor y sabor del sotol y la lechuguilla que hace un doctor en química a las que hacen los productores, los vendedores o los consumidores urbanos? Para encontrar estas diferencias es necesario analizar las desccripciones. 

Dicho esto, ¿qué puedo interpretar en la analogía que hace Lupe entre el sabor y la distancia? Pese a la relatividad del concepto de lejanía[5] con esta expresión Lupe refirió que la lechuguilla de Batopilas era desconocida para él, pero al mismo tiempo refiere el conocimiento que tiene sobre el sabor de las bebidas que se producen localmente. Este ejemplo no es el único, sino que las descripciones sobre los aromas y los sabores de los sotoles y las lechuguillas se abren camino en la imaginación medio de la adjetivación, casi siempre por medio de la metáfora. 

Estas metáforas tienen una doble función referencial: por un lado, sirven para transmitir ideas sobre lo observado; por otro lado, también remiten nuestro propio acervo semántico en relación con nuestra propia historia de vida y el rol que desempeñamos socialmente. El análisis de las metáforas puede permitirme acceder a formas subjetivas y dinámicas de conocer el mundo cimentadas en los marcos sociales de la memoria. 

En octubre de 2022 asistí en la ciudad de Aldama a un festejo familiar de personas de Batopilas que están relacionadas con la producción de lechuguilla, por eso hubo lechuguilla y yo llevé un sotol de Aldama para compartir con ellos. Platicamos sobre ambas bebidas, intercambiamos impresiones, experiencias y algunos recuerdos relacionados con nuestras propias historias de vida mientras los niños corrían alejados de nosotros. De pronto llegó corriendo el hijo de 9 años de una de las comensales, se paró entre su madre y yo y alargó su mano junto a mi costado de manera abrupta para tomar mi vaso con sotol. Lo olió y frunciendo el ceño dijo “huele raro”. Su descripción me inquietó y le pedí el vaso para olerlo. Al no encontrar nada fuera de lo común para mí le respondí “huele a sotol”. Motivada por la inquietud que me causó esta descripción tomé un vaso con lechuguilla: “¿y este a qué te huele?” le pregunté. El niño se acercó el vaso a la nariz y abrió mucho sus ojos y su gesto cambió mostrando gran asombro “¡huele al que hace mi abuelo!” dijo. “Pues sí, es del que hace tu abuelo”, le respondí. 

En este caso, el niño adjetivó de “raro” el olor que encontró en el sotol, es decir que lo encontró extraño, diferente, tal vez porque era desconocido para él, mientras que en la lechuguilla percibió un olor familiar que evocó la imagen de los haceres abuelo. En este caso, la descripción correspondió a un aspecto no solo imaginario, sino que tuvo correspondencia con la realidad: era en efecto una lechuguilla que hizo su abuelo. Es necesario precisar que este tipo de asociaciones semánticas entre los aromas y sabores de los sotoles y lechuguillas difícilmente pueden relacionarse de forma epistémica con la realidad. 

Estas metáforas son tropos de semejanza que asocian aspectos sicológicos que refieren formas de conocer, expresadas a través de lugares, personas o momentos específicos de la producción. La semántica toma la función de referenciar información intraducible pero que a través de la metáfora proporciona una idea verdadera sobre la realidad (Ricoeur, 2001). Me preguntó ¿cuál es el alcance de cada metáfora que es enunciada? ¿de qué factores depende que las metáforas proporcionen ideas verdaderas a niveles personales o sociales? 

Para dar continuidad a estas preguntas sugiero que la metaforización de las experiencias sensoriales surgidas de la degustación[6] son un eje importante en los discursos que entran en las disputas sobre la calidad y la autenticidad de los sotoles y las lechuguillas. La metaforización de aromas y sabores son acciones valorativas que visibilizan, socializan y reproducen significados y formas de conocer a los sotoles y las lechuguillas y la validación de estos discursos se sustenta en relación con las personas que las enuncian y el rol que estas personas juegan dentro las dinámicas sociales alrededor de estas bebidas. La metáfora también constituye una estrategia en el discurso que potencializa el poder heurístico de la ficción por medio de la creatividad en el lenguaje “en un sentido tensional de la palabra verdad” (Ricoeur, 2001:13). 

La relevancia en la observación de estas expresiones para mi problema de investigación (es decir, el lugar que ocupan en la construcción de valor en torno a los sotoles y las lechuguillas), no radica en la veracidad fenomenológica de lo que se expresa, sino que constituyen una vía hermenéutica para la interpretación de la metáfora como una forma de validación comunitaria no epistemológica de conocimientos empíricos; pero también forma parte de discursos mercadológicos para la creación de nuevos públicos consumidores en espacios más urbanizados, ajenos a las dinámicas localizadas en espacios de producción, generalmente rurales. Esta separación cultural de los espacios no es estática, sino que las personas se movilizan de manera continua en estos motivados en parte por el interés comercial, propiciando cada vez más intercambios significativos en torno a las formas de hacer y conocer a los sotoles y las lechuguillas. 

Los ejemplos que he referido aquí se desprenden de mis interacciones con personas relacionadas con las producciones de sotol y lechuguilla que se hace en la sierra, sin embargo ¿qué hay de las metáforas utilizadas por personas que interactúan con estas bebidas fuera de estos espacios y más alejados de esta cotidianidad? 

Por: Faridy Bujaidar.

Fotografía: Historiasmx / Gorki Belisario.

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