La lluvia por poca que sea es bien recibida, pues es una esperanza de vida en el árido desierto de Jiménez, Chihuahua.

HISTORIASMX. – Tras dos horas de viaje en motocicleta, y una breve estancia en una loma de baja altitud, en donde se hallaban inmóviles, pero frondosos y con hojas verdes, decenas de ocotillos de gruesas ramas, seguimos nuestro recorrido, con una vista lateral de la Sierra el Diablo, cubierta hasta la mitad, por la nubosidad de aquel día.  

Cristal de cuarzo.

Atrás quedó la hermosa vista de la Sierra de San Ignacio, flanqueada por la nubosidad que se movía lentamente entre esta sierra y la del El Diablo. Las plantas del campo lucían verdes y vibrantes, agradeciendo cada gota de lluvia que mitigaba su sed. Así hasta llegar casi a Sombreretillo, en donde el pasto Toboso, comenzó a aparecer. 

Contemplando el panorama.

Mientras el pasto se hacía cada vez más espeso, Oscar dijo –ya aquí si te wachas el pasto está verdeciendo- y es que entre en medio de la macolla, los pequeños tallos y hojas del pasto nuevo y verde, eran la esperanza, ya que esto suponía alimento para el ganado.  

Leer la primera parte: https://historiasmx.com/la-lluvia-fina-de-la-llanura-un-recorrido-por-la-orografia-de-jimenez-chihuahua-en-una-manana-fresca-de-octubre/

Aunque era tarde, para que el pasto estuviera apenas reverdeciendo o brotando, dado que el frío ya de la noche amenazaba con quemar, estos brotes eran esperanza para los ganaderos. 

A mitad del pastizal, Oscar detuvo la marcha del motor y descendió de ella. Ataviado con una media máscara protectora del viento sobre el rostro, una chamarra negra, jeans vaqueros, botas y unas polainas; con el viento leve se agacho y saco su celular, para registrar lo verde del pastizal. 

La lluvia reverdeció el pasto de la llanura.

La tarde ya había entrado y el poco calor del medio día se había ya disipado, el fresco conforme pasaban los minutos se hacía más evidente, calaba en piel. 

Pese a lo calmoso del día, la ausencia de la fauna del desierto se había hecho presente durante todo el recorrido, salvo algunas aves y uno que otro coyote.  

Partimos de regreso a la civilización, cruzando unas lomas bajas que daban la impresión de ir ingresando a Monterrey, por la carretera Saltillo-Monterrey, pues el paisaje era muy similar. 

Flor de Peña.

Cuesta arriba, mientras subíamos una pendiente algo pronunciada, para llegar al camino real, del lado izquierdo en un pequeño montículo aparecen como esferas en árbol de navidad unas plantas verdes y con forma de estrella, llamadas Flor de Peña. 

La Flor de Peña, llamó nuestra atención y dejamos las motos a un costado del camino pedregoso. -desenfunde la cámara y la acción a donde estaba la Flor de Peña. De esta planta había decenas en los recovecos de las piedras de la loma, en donde la humedad se conserva por más tiempo. 

Nubosidad.

Justamente en medio de la loma, como si del muro fronterizo que divide México con los Estados Unidos, una beta de cuarzo parte la loma en dos, pudiendo hallarse algunos cristales dispersos. 

El pluviómetro registrando la captación de agua.

Esta fue nuestra última parada, así hasta llegar a peñolitos, en el viaje de regreso de algunas horas. Segunda Parte. 

Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila.  

Fotografía: Historiasmx / Gorki Rodríguez.  

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