Fotografía: HISTORIASMX / Gorki Rodríguez.

Durante el periodo Cretácico Superior, hace entre 100 y 66 millones de años, el nivel del mar global era mucho más alto. La actividad tectónica y el calentamiento global de entonces permitieron que el océano Atlántico y el Golfo de México invadieran el continente desde el sureste, mientras que el Océano Ártico lo hacía desde el noroeste.

HISTORIASMX. – En lo más profundo del desierto norteño de México, entre las tierras secas y agrietadas de Chihuahua, existe un testimonio silencioso de un pasado tan antiguo como sorprendente: un océano extinto que alguna vez cubrió vastas extensiones del continente norteamericano.

Se trata del Mar Interior Occidental (Western Interior Seaway), un inmenso cuerpo de agua que partió en dos al continente americano hace más de 80 millones de años. En este mar nadaron criaturas titánicas, se depositaron sedimentos que hoy forman montañas, y dejaron huellas que todavía pueden encontrarse… incluso en el municipio de Jiménez, Chihuahua.


🕰️ Un mar que dividió a Norteamérica

Durante el periodo Cretácico Superior, hace entre 100 y 66 millones de años, el nivel del mar global era mucho más alto. La actividad tectónica y el calentamiento global de entonces permitieron que el océano Atlántico y el Golfo de México invadieran el continente desde el sureste, mientras que el Océano Ártico lo hacía desde el noroeste. El resultado fue un mar interior que dividió temporalmente América del Norte en dos masas terrestres: Laramidia (al oeste) y Appalachia (al este).

Este mar tenía hasta 970 metros de profundidad y una anchura de hasta 1,000 kilómetros. Se extendía desde lo que hoy es el Golfo de México hasta el Océano Ártico, cruzando zonas que hoy corresponden a Texas, Kansas, Dakota del Norte, Colorado, Nuevo México y el norte de México, incluyendo porciones significativas del estado de Chihuahua.


🐚 Jiménez, testigo del pasado marino

Uno de los lugares donde el pasado marino del Mar Interior Occidental aún es palpable es el municipio de Jiménez, en el sur del estado de Chihuahua. A simple vista, sus tierras áridas, sierras rocosas y formaciones sedimentarias no sugieren que un océano alguna vez lo cubrió. Pero basta mirar con atención para descubrir que las rocas de la región guardan conchas, corales, amonites, belemnites, bivalvos e incluso restos microscópicos de plancton marino fosilizado.

Las formaciones geológicas del Terciario y del Cretácico presentes en la zona —particularmente en áreas como el Arroyo de las Pampas, el Cerro Blanco, y los márgenes del Bolsón de Mapimí— contienen estratos con una fuerte presencia de material calcáreo, arcilloso y fósiles que solo pueden explicarse por su formación bajo un cuerpo de agua marina.


🧬 La biodiversidad extinta del Mar Interior

Las aguas cálidas y poco profundas del Mar Interior Occidental albergaban una gran biodiversidad. Entre las criaturas más impresionantes se encuentran:

  • Mosaurios: reptiles marinos depredadores de hasta 15 metros.
  • Plesiosaurios: conocidos por sus cuellos largos y cuerpos hidrodinámicos.
  • Amonites y belemnites: moluscos extintos que hoy son clave para datar sedimentos.
  • Tiburones primitivos como Cretoxyrhina.
  • Peces óseos gigantes, tortugas marinas y una gran variedad de invertebrados.

Los fósiles hallados en la región de Jiménez, aunque en su mayoría pertenecen a invertebrados marinos, confirman que esta zona fue un lecho marino poco profundo donde la vida floreció por millones de años.


🏞️ Geología y sedimentología en Jiménez: evidencia viva

Las zonas aledañas a Rancho Blanco, Corralejo, Las Pampas y San Felipe contienen depósitos sedimentarios ricos en areniscas calcáreas, limolitas y margas con restos fósiles. Muchos de estos depósitos se encuentran al aire libre, erosionados por el viento y las lluvias, lo que facilita su observación para geólogos, paleontólogos o exploradores curiosos.

La granulometría de estas rocas indica que se formaron en ambientes marinos poco profundos, posiblemente en bahías costeras o estuarios interiores conectados con el gran Mar Interior Occidental. La textura, color y distribución de los estratos es otra prueba clara de los ciclos de inundación y retirada del mar a lo largo de los milenios.


🧪 Importancia científica y educativa

Estudiar los fósiles y las rocas de Jiménez no solo ofrece información sobre el pasado geológico de México, sino que también ayuda a entender los efectos del cambio climático global, las extinciones masivas y la evolución de la vida marina. Además, permite vincular los estudios paleontológicos de Estados Unidos con los del norte de México, unificando el conocimiento de esta gigantesca cuenca marina.

Jiménez, entonces, no solo es parte del desierto chihuahuense. Es, en realidad, una reliquia marina viva.


🚸 Conservación y potencial turístico

El patrimonio paleontológico de Jiménez es único y valioso, pero también frágil y vulnerable. La extracción ilegal de fósiles, la urbanización descontrolada y la falta de políticas de conservación amenazan con borrar este legado marino. Se necesita una mayor conciencia social, respaldo institucional y divulgación educativa para proteger estos tesoros del pasado.

Fotografía: HISTORIASMX / Gorki Rodríguez.

Además, existe un gran potencial turístico y educativo: rutas de exploración guiada, museos de sitio, centros de interpretación geológica y proyectos comunitarios podrían generar empleo, orgullo local y un renovado interés en la historia natural de la región.


📜 Del océano al desierto: el eco de un mar antiguo

Jiménez fue mar. Sus tierras secas y áridas fueron alguna vez hogar de moluscos, tiburones y reptiles marinos gigantes. Hoy, bajo sus suelos y en sus cerros, quedan las huellas fósiles que relatan un pasado inimaginable.

Recordar que esta región fue parte del Mar Interior Occidental no es solo un dato curioso, es un recordatorio profundo de que la tierra cambia, se transforma, y guarda historias escritas en piedra, esperando ser leídas por quienes se atrevan a mirar bajo sus pies.


Por: Gorki Rodríguez.

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