Aunque el paso del tiempo ha borrado muchas de las huellas dejadas por aquellos antiguos habitantes de Chupaderos, su legado perdura en las piedras y los meteoritos que yacen en sus tierras.
HISTORIASMX. – En la vasta geografía del municipio de Jiménez, Chihuahua, emerge majestuoso el cerro de Chupaderos, un testigo silencioso de milenios de historia y misterios cósmicos. Con una altitud que alcanza poco más de dos mil 100 metros sobre el nivel del mar en su punto más alto, este imponente promontorio ofrece una panorámica de 360 grados que abarca desde el propio municipio de Jiménez hasta las lejanas geografías de los municipios de López, Allende y Camargo.
Un legado milenario.
En las entrañas de Chupaderos, se encuentran vestigios ancestrales que narran la historia de las tribus nómadas cazadoras y recolectoras que una vez poblaron estas tierras. Dispersos por todo el municipio, los rastros de al menos tres tribus diferentes evocan un pasado antiguo y enigmático. Desde los Pecos, que habitaron la región entre el 300 y el 900 después de Cristo, hasta los misteriosos Tobosos, cuya presencia se remonta al milenio antes de nuestra era, y una tribu aún no identificada que data de hace cinco mil años.
El material lítico esparcido por el cerro revela el ingenio de estas antiguas civilizaciones. Flechas, raspadores y otros artefactos de piedra cuentan la historia de la caza y la supervivencia en un entorno agreste. Se cree que estos objetos eran fabricados en las llanuras circundantes y transportados hasta la cima de Chupaderos, donde los cazadores vigilaban su presa y observaban el vasto territorio que se extendía ante ellos.
El misterio de los meteoritos.
Pero Chupaderos guarda un secreto aún más asombroso en sus entrañas: los meteoritos que han caído sobre estas tierras. A lo largo de los siglos, estos fragmentos del espacio han impactado la sierra de Chupaderos y las Adargas, dejando una huella indeleble en la historia del municipio de Jiménez.
Uno de los más destacados es el meteorito Durango, descubierto por el célebre explorador Alexander von Humboldt. Aunque inicialmente se creía que había caído en Durango, análisis posteriores revelaron que su verdadero lugar de impacto fue Chupaderos, en Jiménez. Este impresionante meteorito, junto con otros hallazgos como Chupaderos I, Chupaderos II y Adargas, ha capturado la imaginación de científicos y entusiastas de la astronomía en todo el mundo.
Un legado para la humanidad.
El legado de Chupaderos trasciende las fronteras de Jiménez y México. Los fragmentos de meteoritos, compuestos principalmente de hierro y níquel, han sido objeto de estudio y admiración en museos y centros de investigación de todo el mundo. Desde su traslado a la Ciudad de México en 1893, estos tesoros cósmicos han fascinado a generaciones enteras, inspirando la curiosidad y el asombro por el universo que nos rodea.
Aunque el paso del tiempo ha borrado muchas de las huellas dejadas por aquellos antiguos habitantes de Chupaderos, su legado perdura en las piedras y los meteoritos que yacen en sus tierras. Cada fragmento es un recordatorio de nuestra conexión con el cosmos y de los misterios que aún aguardan ser descubiertos en los rincones más remotos de la Tierra.
Así, Chupaderos sigue siendo un faro de conocimiento y maravilla, invitando a todos aquellos que se aventuren a sus laderas a explorar los secretos que guarda en su seno y a contemplar, maravillados, la inmensidad del universo que se despliega sobre él.
Por: Gorki Rodríguez.
Fotografía: HISTORIASMX / Gorki Rodríguez.