Decenas de cadáveres de vacas, uno al lado del otro, yacían quietamente en el suelo polvoriento entre la Sierra del Diablo y Almagre, el fiel testimonio de las duras secas a las que se enfrenta el sector ganadero en Jiménez y todo el estado de Chihuahua.
Jiménez Chihuahua (Historias). – Una tarde helada de menos de cero grados centígrados, en una pequeña, pero rustica casa situada en la llanura entre la Sierra del Diablo y Almagre, Don Lolis, un viejo ganadero de aproximadamente unos 80 años de edad, platicaba sobre la dura seca afrontada durante el 2022.
Con café en vaso de plástico en mano, la voz de Don Lolis parecía enaltecerse más -gracias a dios que llegaron las lluvias, porque estuvo dura la seca, ya no hallaba la salida, lo que pintaba como un año seco (2022), resultó que no, ya ve las lluvias llegaron recio-.
Una voz gruesa y entrecortada, Don Lolis, sentado al frente de una sólida mesa de madera, con algunos enseres sobre de ella, café, sal, cucharas y servilletas, platicaba del porque habían hecho menudo –en agradecimiento a la Virgencita (…) pero cabrones todo ese menudo hicimos y no vinieron y pues hay nos lo estamos comiendo, pero hay que agradecerle a la virgencita que nos trajo las lluvias a tiempo- mientras a espaldas de él, quizá uno de sus hijos, calentaba menudo para cenar ya.
El olor característico del menudo y el de su compañera inseparable, la hierba aromática silvestre, el orégano, impregnaban la casa, difícil no saber qué se trataba de menudo.
Una hora después de conversar, entre tragos de café, cigarros y anécdotas de la vida, partimos del lugar, José, Polo y yo. Una sencilla puerta de madera mosquitera rechino, saliendo primero José Luis y luego Polo, de lo cálido al frío seco del desierto.
El vaquero y chivero, arreaban los hatos de ganado a los corrales, antes de que se hiciera noche, quizá previendo el ataque de algún león de monte, que no era otro espécimen más que un puma, mientras partíamos del rancho de Don Lolis, un rancho único al poseer internet en una zona fuera de cobertura telefónica.
El motor de la troca Diesel que tanto dio lata, durante el trayecto a con Don Lolis, rugió fuerte de nueva cuenta, aunque nada fue diferente, emprendiendo de nueva cuenta el viaje de regreso.
Metros más adelante, apareció a un costado del camino de terracería un cementerio de cadáveres de vacas muertas, algunas parecían estar momificadas y otras ya en la pura osamenta, sus colores magenta y blancos, contrastan con el atardecer.
Al menos en el cementerio al aire libre, habían perecido una decena de vacas para carne a consecuencia de la seca, registrada durante la primera mitad del 2022.
Durante la segunda mitad del 2022 y con las lluvias atípicas registradas en gran parte del estado, la seca que parecía cobrar la vida de más ganado se vió interrumpida, al captar los presones el agua tan indispensable para el sector ganadero.
“De aquí hasta principios del año que entra”, (2023) platicó José Luis en aquel invierno helado de diciembre del 2022.
La troca detuvo su marcha a un costado de las osamentas, para después descender, apreciar y fotografiar la decena de cadáveres que había en aquella congelante tarde.
Algunos cadáveres aún con piel de color rojizo contrastaban con el atardecer y el color amarillento del pasto de la variedad Toboso.
Después de recorrer algunos metros del cementerio, en donde las vacas parecían que se habían puesto de acuerdo para ver su fin en el sitio de aquella llanura entre la Sierra del Diablo y Alamgre, retomamos de nueva cuenta el curso al rancho.
La ganadería de agostadero parece bonita cuando el campo es verde y ha llovido, pero se torna dura y difícil cuando la seca llega, alertando sobre la necesidad de hacer una ganadería sustentable y menos agresiva con el medio ambiente.
Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila.
Fotografía: Historias / Gorki Rodríguez.