Fotografía: Faridy Bujaidar.

Uno de los maíces más apreciados en El Majoy es el maíz blando, valorado por su suavidad que facilita su procesamiento en pipitorias, harinillas, y coricos. Las mujeres también consideran el color del maíz al preparar los alimentos, buscando que la comida no solo sea nutritiva, sino también apetitosa y estéticamente agradable.

HISTORIASMX.Visité el Majoy, una pequeña y significativa localidad en el municipio de Chínipas, situada en los límites de Chihuahua que colindan con el estado de Sonora. Este viaje, cargado de significado cultural y científico, fue realizado en compañía del Dr. Adolfo Rebolledo (también conocido como Fito), un doctor en ecología tropical por la Universidad Veracruzana. Fito, quien se desempeñó durante cuatro años como profesor en la Universidad del Bienestar de San Rafael en Urique, Chihuahua, ha dedicado su vida al estudio y la promoción del conocimiento ecológico.

El objetivo principal de nuestro viaje era asistir a la Primera Feria del Maíz, un evento singular que surgió gracias a la relación de Fito con Ubaldo Jiménez Moreno, estudiante de la Licenciatura en Ingeniería Ambiental para la Sustentabilidad, originario de El Majoy. La feria se gestó con el propósito de reivindicar la cultura warijö y destacar la importancia del maíz en sus prácticas culturales y económicas. El evento también buscaba construir conocimientos bioculturales sobre el maíz, explorando tanto sus usos tradicionales como los aportes científicos.

El viaje hacia El Majoy no fue sencillo. En el camino, hicimos una escala en San Rafael, Urique, donde una nevada inesperada nos obligó a posponer nuestra llegada un día completo. Durante ese tiempo, caminamos por el pueblo y esperábamos que el clima mejorara. Afortunadamente, la mañana siguiente amaneció soleada, permitiéndonos continuar nuestro trayecto hacia El Majoy. Después de unas doce horas entre carretera y terracería, finalmente llegamos a nuestro destino.

La Primera Feria del Maíz se llevó a cabo el 1 de febrero de 2022, y reunió a unas cincuenta personas entre mujeres, hombres, niños, y adultos mayores. El evento fue también un encuentro interétnico donde los warijö desempeñaron un papel protagónico, usando la feria como una plataforma para reivindicar su cultura. Don Belem, líder warijö, inició el evento con un saludo de la cruz, una ceremonia destinada a bendecir la ocasión. Posteriormente, Ubaldo y su cuñado Chon ofrecieron unas palabras de bienvenida, explicando la dinámica de la feria y el objetivo del evento.

La feria destacó la diversidad del maíz criollo que se cultiva en la región. Participaron doce personas con muestras de distintos tipos de maíz, cada uno con características particulares. Se presentaron maíces conocidos como “blancos”, “blandos”, “azules”, “rojos”, y “pintos”, cuyos nombres derivan de sus colores y texturas. Esta diversidad biológica del maíz refleja patrones culturales y sistemas agroecológicos tradicionales, desarrollados a lo largo de generaciones para aprovechar los recursos naturales de manera sustentable.

La feria no solo sirvió para exhibir los maíces, sino también para preparar una muestra gastronómica con productos a base de maíz, incluyendo atole, tamales, pipitorias de maíz inflado, coricos (una especie de galleta de harina de maíz) y pozole. Las mujeres de El Majoy jugaron un papel crucial en la preparación de estos alimentos, ya que la transformación del maíz en comidas tradicionales suele depender de su habilidad y conocimiento.

Uno de los maíces más apreciados en El Majoy es el maíz blando, valorado por su suavidad que facilita su procesamiento en pipitorias, harinillas, y coricos. Las mujeres también consideran el color del maíz al preparar los alimentos, buscando que la comida no solo sea nutritiva, sino también apetitosa y estéticamente agradable. Por ejemplo, aunque el maíz azul es valorado por su sabor y textura, no se utiliza para los tamales debido a su apariencia poco atractiva en este tipo de platillo.

La importancia de la feria radica en su objetivo de socializar conocimientos sobre el maíz, intercambiar saberes locales y científicos, y crear un banco de germoplasma para conservar las semillas nativas. Este esfuerzo busca preservar la memoria biocultural de la comunidad, mientras se complementa con clasificaciones científicas que detallan las variedades de maíz basadas en observaciones del color, tamaño, y entorno ecológico.

La domesticación del maíz es un claro ejemplo de cómo la selección humana ha modificado y adaptado especies vegetales a lo largo de miles de años. Desde sus ancestros silvestres como el teocintle, el maíz ha evolucionado para convertirse en una de las culturas más importantes del mundo, prosperando en una amplia gama de ambientes. En México, el cultivo del maíz y la calabaza data de hace más de seis mil años, especialmente en regiones como la Gran Chichimeca, que abarca el actual territorio de Chihuahua.

Eventos como la Primera Feria del Maíz son cruciales para reconocer y valorar el papel de las comunidades campesinas en la conservación de los recursos naturales. En un contexto donde los saberes campesinos y los sistemas agroecológicos tradicionales a menudo son invisibles ante los ojos institucionales, estas ferias ayudan a visibilizar la importancia de los conocimientos locales y su papel en la preservación de la biodiversidad agrícola.

Por: Fridy Bujaidar

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