HISTORIASMX. – El sueño americano, aquel que promete el imperio de la riqueza, una mejor vida y hasta el dinero más fácil del mundo, o al menos así lo pareciera. Forma parte, precisamente de un sueño al que miles de personas provenientes de toda Latinoamérica y el Caribe: Colombia; Venezuela, Honduras; Haití; El Salvador; Bolivia; Cuba y por supuesto México y así cientos de almas más provenientes de cientos de países hispanohablantes, persiguen y ponen su vida de por medio en un peregrinar arduo, cruel y salvaje desde que salen de sus países y emprenden la ruta que los ha de llevar hasta los Estados Unidos de Norteamérica, si bien les va o para ser precisos perecer en el camino.
Son las cuatro pasadas de la tarde en el estado de Huston al interior de una planta procesadora de materia prima plástica, el primer turno que ingresó hace y más de diez horas, entre cuatro y cinco de la madrugada, está por terminar su jornada laboral.
El ensordecedor ruido de las máquinas deja de rugir por un breve momento, que pareciera que ya no iniciarán marcha hasta otro día y en efecto es el final, pero del primer turno de labores. Al paso de algunos minutos comienza a llegar un grupo de hombres de nacionalidades como México, Venezuela, Colombia y Honduras, que a marcha apresurada se dirigen a un pequeño comedor en donde habrán de dejar su lonche y registrar su horario de ingreso.
Diversos son los nombres que se pueden escuchar, más no se sabe a ciencia cierta de si e trata del nombre real o del sobrenombre con el cual obtuvieron una serie de documentos de dudosa procedencia para poder laborar, así que los nombres que se escuchan, esos son los nombres de cada persona, más vale no preguntar, todos están laborando por unos cuantos dólares a cambio de su tiempo y mano laboral.
A las cuatro y media de la tarde la puerta del comedor se abre apresuradamente, el pequeño cuarto se despresuriza por un breve momento. De camisa de tirantes, short –pues el calor es duro – ingresa un joven colombiano de sí mucho no más de 20 años de edad. -vamos a camellar pues que este el sueño americano- algunos de los obreros que ya se encontraban dentro del comedor alistándose para la jornada que comenzará pasadas las 4:30 P.m. y finalizará hasta las 3:00 A.m. se quedan mirando externándole que no hay de otra.
Uno de eso obreros de apariencia de ser del estado de Oaxaca perteneciente a México, le comenta con voz cansada –este es el mentado sueño americano, nos llevamos unas buenas chingas, yo creó más que hasta en nuestro país y aun así aquí no nos alcanza, pero bueno es lo que elegimos-. Algunos de los obreros le hacen segunda corroborando los hechos.
Dentro del mismo tema Carlos, así se hacía llamar en el trabajo y quien era un joven obrero del estado de Jalisco, soltó una ligera risa que se difumino de inmediato, perdiéndose entre las ojeras abultadas de su rostro –yo vengo llegando de mi segundo trabajo, es así como la puedo hacer aquí en Estados Unidos- ¿Y cuántas horas duermes compa? Preguntó Mario el obrero de más edad dentro del grupo laboral del segundo turno, -pues ahorita nada más dos horas, pero que puedo hacer ya que de otra forma no me alcanza aquí y más porque pues tengo que chambear más, tengo a mi esposa embarazada y a mis niños en México- le contestó Carlos.
La plática se acabó al rugir de las máquinas, la señal que el segundo turno había ya comenzado, cada quien tomó su enceres y salió del pequeño comedor en dirección cada quien a su puesto de trabajo.
Casi el 99.9 % de los trabajadores de aquella planta son de origen hispano, así como en muchos trabajos, son quienes mueven parte de la economía de los Estados Unidos. Son los únicos que no se quejan, le atoran al jale pesado como dicen los hispanos y en ocasiones dispuestos hasta arriesgar su vida por unos cuantos dólares que se van en la renta del apartamento, servicios, comida y una mínima parte en divisas a sus países de origen, pues ese es el sueño americano.
Por: Gorki Rodríguez.