La expansión territorial de Estados Unidos no solo alteró la geografía de América del Norte, sino que también dejó una huella indeleble en la historia de México. La pérdida de territorio, consecuencia de una combinación de ambición extranjera y debilidad interna, sigue siendo un tema sensible en la memoria colectiva mexicana.
HISTORIASMX. – La historia de la política expansionista de los Estados Unidos es una narrativa compleja de diplomacia, ambición territorial y conflictos armados. Esta expansión comenzó a hacerse evidente desde los inicios del siglo XIX con la compra de Luisiana en 1803 y la firma del Tratado Adams-Onís en 1819, donde España cedió la península de la Florida. Estos movimientos estratégicos fueron apenas el inicio de una serie de eventos que culminarían en la pérdida de vastos territorios para México.
El Auge de las Ambiciones Estadounidenses
Con la consumación de la independencia de México en 1821, la nación recién nacida se enfrentó de inmediato a las pretensiones expansionistas de su vecino del norte. Joel Robert Poinsett, enviado como representante estadounidense, intentó negociar con México un tratado de límites que buscaba, entre otras cosas, la anexión de Texas. Sin embargo, sus intentos fueron infructuosos.
A partir de 1823, la llegada masiva de colonos estadounidenses a Texas se convirtió en un problema difícil de controlar para el gobierno mexicano. Agricultores y aventureros se establecieron en la región, convirtiendo a Texas en un territorio con una identidad cada vez más separada del resto de la nación. Esta situación llevó a la diputación provincial de Texas a negarse a enviar representantes a la Legislatura Constituyente de México, expresando su deseo de ser un territorio independiente.
La Tensión Crece: Del Intento Diplomático a la Rebelión
El Congreso Federal mexicano, bajo la influencia de figuras como Carlos María Bustamante, buscó soluciones para evitar un conflicto mayor. Se decidió suspender la diputación provincial texana, pero sin desprender a Texas del territorio nacional. Al mismo tiempo, Stephen Austin recibió permiso para llevar más colonos anglosajones a Texas. Mientras tanto, Poinsett continuó sus esfuerzos por adquirir Texas, esta vez ofreciendo cinco millones de dólares.
Ante las repetidas negativas del gobierno mexicano, surgieron movimientos separatistas en Texas, apoyados militar y económicamente por Estados Unidos. Este apoyo llevó a una creciente tensión que culminó con la decisión del General Antonio López de Santa Anna de liderar una campaña militar hacia Texas a finales de 1835.
La Batalla de San Jacinto y el Fin de la Campaña Mexicana
La Batalla de San Jacinto, el 21 de abril de 1836, fue el punto culminante de la lucha por Texas. En este enfrentamiento, Santa Anna fue capturado y obligado a firmar el Tratado de Velasco, donde reconoció la independencia texana. Aunque México nunca reconoció oficialmente este tratado, la pérdida de Texas fue un golpe devastador para el país.
Durante los siguientes años, México intentó recuperar Texas sin éxito. En 1845, la República de Texas fue anexada formalmente a Estados Unidos, lo que reavivó las tensiones entre ambas naciones. Al mismo tiempo, Estados Unidos intentó comprar los territorios de Alta California y Nuevo México, pero el gobierno mexicano se mantuvo firme en su rechazo.
El Camino hacia la Guerra
El presidente estadounidense James K. Polk ordenó al General Zachary Taylor avanzar con su ejército hasta la frontera de Texas con México, aumentando la presión sobre el gobierno mexicano. En abril de 1846, un enfrentamiento entre tropas mexicanas y estadounidenses sirvió como pretexto para que Estados Unidos declarara la guerra a México el 13 de mayo de 1846.
Las tropas estadounidenses avanzaron rápidamente, conquistando Nuevo México y California sin mucha resistencia. Batallas como Palo Alto, Resaca de Guerrero y Monterrey fueron ganadas por los invasores, a pesar de los esfuerzos del ejército mexicano por defender su territorio. La Batalla de la Angostura en febrero de 1847 representó uno de los últimos intentos serios de México para detener el avance enemigo.
La Caída de la Ciudad de México y el Tratado de Guadalupe Hidalgo
El General Winfield Scott lideró la campaña final sobre la Ciudad de México, tomando posiciones estratégicas como Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec en septiembre de 1847. La ocupación de la capital mexicana marcó la derrota definitiva del país.
El 2 de febrero de 1848 se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, donde México cedió más de la mitad de su territorio, incluyendo los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado, Arizona y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma. Además, se estableció el Río Bravo como la frontera oficial entre ambos países.
Reflexiones sobre una Tragedia Nacional
La expansión territorial de Estados Unidos no solo alteró la geografía de América del Norte, sino que también dejó una huella indeleble en la historia de México. La pérdida de territorio, consecuencia de una combinación de ambición extranjera y debilidad interna, sigue siendo un tema sensible en la memoria colectiva mexicana.
Este episodio histórico destaca la importancia de la diplomacia y la fortaleza política en la defensa de la soberanía nacional, y cómo, cuando estas fallan, las consecuencias pueden ser devastadoras.