En lo profundo de los desiertos de México, entre las áridas tierras de Nayarit, Chihuahua, Durango, Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León y San Luis Potosí, se encuentra un pequeño cactus de gran importancia cultural y espiritual: el peyote, también conocido como «jícuri» en lengua wixárika y «peyotl» en náhuatl. 

Historiasmx. – Este cactus norteamericano del género Lophophora, denominado científicamente como Lophophora williamsii, es una especie endémica de México y juega un papel fundamental en la historia y tradiciones de las tribus indígenas americanas.  

Sin embargo, su existencia se encuentra amenazada, y ha sido clasificado como una especie vulnerable en la Lista Roja de la UICN y como una especie sujeta a protección especial en México. 

El peyote ha sido venerado por siglos debido a los efectos de sus alcaloides feniletilamínicos, especialmente la mescalina, que es la sustancia responsable de sus efectos psicoactivos.  

Con una larga tradición de uso medicinal y ritual entre los indígenas americanos, esta planta ha sido empleada en la actualidad como enteógeno, en la medicina tradicional, recreativamente y como complemento en diversas prácticas psicoterapéuticas. 

Su apariencia es única y distintiva. Es un pequeño cactus de forma casi esférica y deprimido en el ápice, con el cuerpo dividido en gajos que se asemejan a botones.  

Su color verde grisáceo a azulado lo hace parecer parte de la misma tierra que lo rodea. Posee una característica corona que, al ser cortada, permite que la raíz conserve la capacidad de generar nuevos hijuelos sin pudrirse.  

Su crecimiento es extremadamente lento, a menudo tarda más de 30 años en alcanzar la edad de floración, aproximadamente el tamaño de una pelota de golf. 

El área geográfica donde se distribuyen las especies del género Lophophora se extiende desde el estado de Querétaro hasta el norte de Chihuahua y Coahuila. 

Este cactus prefiere altitudes entre 100 y 1,500 metros sobre el nivel del mar, aunque se ha registrado en el desierto de Chihuahua incluso a 1,900 metros. Su hábitat de elección son los matorrales del desierto, especialmente matorrales espinosos, que le brindan protección contra los depredadores y suelos calizos para un adecuado crecimiento. 

Las tribus nativas americanas han venerado el peyote desde tiempos inmemoriales. Los mexicas, los huicholes del norte de México y los navajos del suroeste de Estados Unidos lo consideran parte esencial de su espiritualidad.  

A través de excavaciones arqueológicas en el Río Grande de Texas, se ha evidenciado que los nativos norteamericanos podrían haber utilizado el peyote hace más de cinco mil quinientos años. 

Sin embargo, el legado del peyote ha enfrentado dificultades. A lo largo de la historia, las culturas indígenas y su relación con el peyote sufrieron la opresión y persecución de los conquistadores europeos.  

La primera referencia histórica sobre sus efectos alucinógenos fue hecha por el fraile franciscano Bernardino de Sahagún en 1560, quien mencionó que los chichimecas fueron los primeros en descubrir y usar el peyote. 

A finales del siglo XIX, la tradición del peyote se extendió hacia el norte, resurgiendo bajo el auspicio de la Iglesia Nativo Americana. Esta iglesia utiliza el peyote como «la medicina», empleándola para combatir el alcoholismo y otras enfermedades sociales.  

Si bien es solo una de las muchas organizaciones que incorporan el peyote en sus prácticas espirituales, se ha convertido en una de las más visibles. 

Hoy en día, el peyote enfrenta una lucha por su supervivencia. La sobreexplotación y el comercio internacional amenazan su existencia, lo que ha llevado a su protección bajo la convención CITES Apéndice II. Además, la expansión urbana y la degradación del hábitat ponen en peligro su supervivencia en la naturaleza. 

En un mundo moderno en constante cambio, es crucial encontrar un equilibrio entre la preservación de esta planta sagrada y la protección de su hábitat natural.  

La concienciación sobre su estado vulnerable y la promoción de prácticas sostenibles en el uso del peyote son fundamentales para asegurar su supervivencia y su importancia cultural para las generaciones futuras.  

Es tiempo de unir esfuerzos para proteger este tesoro sagrado del desierto, el cactus peyote, para que siga inspirando y conectando a las comunidades indígenas con su ancestral legado. 

Fotografía:  Archivo.

Por historias