Fotografía: Gorki Rodríguez / HISTORIASMX.

A un costado de la Carretera Federal 49, que conecta Jiménez con Torreón, se ubica Corralitos, un sitio que en su época fue habitado por los Tobosos y cuyo nombre se deriva de las construcciones circulares de piedra que eran característicos de la tribu.

HISTORIASMX. – En el árido corazón del Bolsón de Mapimí, el municipio de Jiménez, Chihuahua, destaca por su posición estratégica, delimitando fronteras con Coahuila y Durango y compartiendo con estos estados el desierto del Mapimí.

Esta vasta región fue, en tiempos antiguos, territorio de tránsito para varias tribus nómadas, entre las cuales sobresale la de los Tobosos, un grupo cazador-recolector que dejó vestigios arqueológicos significativos, y cuya historia revive a través de los recientes descubrimientos en lugares como la Sierra el Diablo y el paraje conocido como Los Corralitos.

Jiménez: un Corredor Estratégico y Cultural.

Los Tobosos, junto con otros grupos como los Apaches, Pecos e Irritilas, ocuparon ocasionalmente el territorio que actualmente corresponde a Jiménez. Sin embargo, fueron los Tobosos quienes establecieron un mayor número de asentamientos en la región, dejándonos estructuras rudimentarias pero informativas, como chozas y artefactos de piedra.

La región, gracias a su estratégica ubicación y vastas planicies, no solo servía de ruta migratoria, sino también de un lugar ideal para actividades de caza y vigilancia, elementos vitales para la supervivencia de estos pueblos nómadas en un ambiente tan hostil.

Corralitos: El Centro de la Vida Tobosa.

A un costado de la Carretera Federal 49, que conecta Jiménez con Torreón, se ubica Corralitos, un sitio que en su época fue habitado por los Tobosos y cuyo nombre se deriva de las construcciones circulares de piedra que eran característicos de la tribu. Estas viviendas, conocidas localmente como “corralitos” debido a su forma, eran construcciones simples que, aunque rústicas, respondían a las necesidades climáticas y de seguridad del entorno desértico.

Cada “corralito” se construía en pares o grupos, y contaba con un diámetro aproximado de dos metros y una altura de entre 50 a 300 centímetros, suficiente para albergar a unas 3 o 4 personas. Las piedras de tamaño estándar, de 15 a 20 centímetros, se apilaban en círculos, formando una estructura estable y fácilmente adaptable a las condiciones del lugar. Además, las chozas eran cubiertas con ramas de palma y zacate, lo que proporcionaba un aislante térmico básico, protegiendo a sus ocupantes de las temperaturas extremas del desierto.

Sierra el Diablo: Un Hallazgo de Chozas en un Lugar Estratégico.

En la Sierra el Diablo, en los límites entre Jiménez y Coahuila, se ha encontrado un conjunto de más de cuatro chozas circulares, que representan un tesoro arqueológico de gran valor. La elección de este sitio no fue casual: las chozas están ubicadas en una elevación que proporciona una amplia vista sobre el llano circundante. Esto permitía a los Tobosos vigilar los posibles movimientos de otras tribus y expediciones en la región, asegurando así su seguridad y acceso a recursos de caza.

Las chozas en la Sierra el Diablo, al igual que en Corralitos, fueron construidas con piedras y reforzadas con vegetación local. Este entorno, por su ubicación estratégica y la posibilidad de acceso a agua en épocas de lluvias, pudo haber sido un punto de encuentro y vigilancia clave para los Tobosos, quienes también lo utilizaban para almacenar provisiones y protegerse de depredadores como el puma, el oso negro y los lobos.

Herramientas de Piedra: Tecnología y Subsistencia.

Los hallazgos en la Sierra el Diablo incluyen utensilios de piedra que evidencian la habilidad de los Tobosos para adaptar sus necesidades al entorno. Entre los objetos se destacan morteros de piedra, que eran utilizados para moler semillas, plantas y minerales, los cuales también servían como pigmentos para teñir. Estos artefactos proporcionan una visión íntima de su dieta y de su conexión con los recursos naturales, reflejando una vida adaptada al desierto, donde cada herramienta era fundamental para su subsistencia.

Los pedernales y puntas de flecha también encontrados en estos sitios revelan que los Tobosos empleaban técnicas avanzadas de talla de piedra, lo cual les permitía fabricar armas y utensilios eficaces para la caza y la defensa. A través de estos artefactos, se observa un conocimiento minucioso del entorno natural y de los materiales disponibles, que los Tobosos utilizaban con habilidad para maximizar sus posibilidades de supervivencia.

La Importancia de los Corralitos: Más que Refugios.

Los corralitos no eran solo viviendas; eran construcciones multifuncionales donde se llevaban a cabo actividades cotidianas como la preparación de alimentos, el descanso y la planificación de sus desplazamientos. Al ubicarse en áreas estratégicas con vistas amplias, estas estructuras permitían a los Tobosos realizar vigilancia del territorio, facilitando la caza y el monitoreo de posibles amenazas de otras tribus o grupos colonizadores.

Además, los corralitos permitieron a los arqueólogos vislumbrar una organización social en la cual las unidades familiares o pequeños clanes nómadas vivían y se desplazaban juntos, manteniendo un estilo de vida que dependía de la movilidad y del aprovechamiento óptimo del entorno natural.

La Destrucción de los Vestigios: Un Legado Perdido.

Desafortunadamente, muchos de estos vestigios arqueológicos han desaparecido debido a factores ambientales y a la intervención humana. La expansión de actividades agrícolas y de construcción han borrado gran parte de estos vestigios en áreas como Villa López y otros municipios vecinos de Jiménez. Este proceso de destrucción ha eliminado pruebas importantes para la comprensión de la vida cotidiana de los Tobosos y su interacción con el paisaje del Bolsón de Mapimí.

La intervención del hombre, junto con el desgaste natural, han dejado pocos restos de estos asentamientos nómadas, y los arqueólogos e historiadores hoy luchan por preservar los últimos sitios intactos y por estudiar a fondo los hallazgos antes de que desaparezcan.

Un Legado que Debe Preservarse: Importancia de los Descubrimientos.

Los vestigios encontrados en Jiménez, como las chozas circulares y los utensilios de piedra, aportan datos cruciales para comprender la vida de los Tobosos y de otras tribus que transitaron por el desierto de Chihuahua. Cada hallazgo ofrece una oportunidad única para descifrar su cosmovisión, prácticas de subsistencia y técnicas de adaptación al entorno desértico.

La conservación de estos sitios arqueológicos es esencial para preservar la historia y la identidad cultural de Chihuahua y su conexión con el pasado prehispánico. A medida que avanzan las investigaciones, estos vestigios permiten a los arqueólogos reconstruir el modo de vida de los primeros habitantes de la región, ayudando a generar una mayor comprensión y respeto hacia el patrimonio cultural de Chihuahua.

Conclusión: La Historia Viva de Jiménez en el Bolsón de Mapimí.

Jiménez y sus alrededores, ubicados en el extenso Bolsón de Mapimí, albergan la historia viva de tribus nómadas que habitaron la región siglos atrás. Este territorio, donde alguna vez residieron los Tobosos y otros grupos, no solo refleja la lucha por la supervivencia en un ambiente hostil, sino también el ingenio y la organización de estas comunidades en armonía con su entorno. Las ruinas de sus viviendas y las herramientas que fabricaron son testimonio de un legado cultural invaluable, que invita a redescubrir y preservar las raíces de Chihuahua.

Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila.

Por historias

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *