Quizá fueron los cuentos del Chango Sabas o la aventura predispuesta por la genética. Ese deseo interminable de ir a donde pocos van o se atreven a ir. Esta es la breve crónica de un viaje a la Sierra del Diablo, con la consigna y enfoque de concientizar, acerca del respeto por los ecosistemas, flora y fauna, y evitar la destrucción del peor depredador de la tierra, nosotros los seres humanos. 

Historiasmx. – El viaje a un lugar tan mítico, La Sierra del Diablo, ubicada en la región sur del estado de Chihuahua, México. En el año del 2020, apenas era un sueño casi imposible, el cual dos años después, durante los últimos días del mes de agosto, sería la segunda expedición a una de las únicas sierras y no cordilleras de la región sur del estado, la cual está rodeada de mitos y leyendas.  

El día tan esperado llegó, y el miércoles 30 de agosto, en un vehículo Pick-Up, partimos, cargados de los víveres indispensables, para poder sobrevivir en una zona tan alejada, La Sierra del Diablo, transitada únicamente por la fauna del sitio.  

A medio camino en el interior del cañon.

El calor seco y árido del desierto Chihuahuense, nos acompañó durante algunos kilómetros recorridos en el asfalto de las carreteras en pésimo estado de la región sur, hasta que finalmente después de una o dos horas, dejamos atrás la ruta de asfalto, para sumergirnos en caminos serpenteantes de terracería.  

Hay una magia sutil en recorrer esos caminos de terracería, y desde luego en cualquier expedición al desierto. El camino se introdujo cuesta arriba en una sección de sierras de bajo relieve, las cuales dejaron ver las grandes llanuras septentrionales, que claman por una pronta lluvia, para poder restaurar su pasto y matorrales. 

Zeus en la Tinaja de la Cascada número 3.

El sol se introdujo en las nubes, que durante todo el viaje parecía ser que descargaron su furia en el sediento campo, -que belleza ya llego la sombra, ojalá y llueva, está muy crítica la seca- comentó José Luis. El camino de regulares condiciones permitía una velocidad moderada, que transmitía la vibración del camino de terracería, por toda la carrocería del vehículo ya aterrado por el fino polvo. 

Pasamos el primer rancho, ubicado a un costado del camino real. Del lado del conductor, el viejo casco de lo que fue alguna vez una hacienda próspera, hoy en día, se resistía a caer por el paso del tiempo y clima. 

La Sierra del Diablo es la única sierra como tal en existir en la región sur del estado de Chihuahua, la cual posee microclimas.

Así, sucesivamente se fue el tiempo, y con los varios ranchos que se dedican, única y exclusivamente a la ganadería de agostadero, y que están sufriendo por la falta de lluvia. Al pasar algunas lomas y bajíos, la Sierra de San Francisco, con su imponente altura, una vez más nos dio la bienvenida. Al frente del parabrisas, -hay esta la del chamuco- dijo José Luis, señal que faltaba menos para alcanzar nuestro destino final.  

Después de cinco horas de camino, llegamos al rancho, un cielo oscuro y con una vista de envidia y privilegiada a la bóveda celeste nos recibió, seguido del huido de los coyotes. 

Un rechinido se escuchó al abrir la puerta, y en el suelo una sonaja muy tenue, la luz de un móvil alumbró a una pequeña víbora de cascabel enroscada. De manera inmediata con el apoyo de unas tenazas, se capturó a la pequeña visitante, para ser liberada en su hábitat natural. 

Después de dos horas de camino, Zeus tomando un descanso entre el bosque de pinos y encino.

La calma, tranquilidad y el sonido de la fauna nocturna, envolvían el ambiente en una sensación, de estar en otro mundo, en otra dimensión, simplemente todo se esfumaba y fluía en conexión con la naturaleza. 

El día concluyó, con una charrasca de elotes (se ponen a asar directamente a las brasas), entre pláticas de los animales que habitan la Sierra del Diablo, y unos sorbos de cerveza. 

20 cascadas, un perro que libró el moquillo y el corazón de la Sierra del Diablo. 

El sol rayo el cielo a las seis de la mañana, salió detrás de la Sierra Ojo del Almagres, línea divisoria del estado de Chihuahua y Coahuila. Nos alistamos con ropa ruda, agua, dulces y fruta. Antes de partir a la Isla del Cielo o Las Cascadas, desayunamos huevos estrellados con chorizo y café, una comida nutritiva para emprender una caminata de poco más de cuatro horas. 

Partimos pasadas las ocho de la mañana en La Paloma, una pick-up de cabina sencilla, pero doble tracción, especial para cruzar arroyos y acercarnos a nuestro objetivo en la sierra.  

De nueva cuenta, aparecieron los caminos agrietados, y polvorientos, por la nula lluvia. La flora, aunque lucía semi verde, se notaba la falta de agua y más en las grandes plantas de sotol, que en diciembre del 2022, lucían verdes, hoy un poco más opacas. 

Pico de Catedral al iniciar el cañón de Las Cascadas o Isla del Cielo.

Zeus, un perro de la raza Husky, acostumbrado a las caminatas y las aventuras en la sierra fue nuestro compañero canino –Este perro me lo regalaron, después de un tiempo conmigo le dio moquillo, desconocemos de donde lo pesco, los diagnósticos eran malos, pero contra todo pronóstico, se aferró a la vida y ver un nuevo amanecer-. Atrás de la troca, Zeus, sacaba la cabeza, disfrutando del aire y la naturaleza del desierto. 

El camino bueno terminó, y en una desviación de Y griega, apreciaron apenas las marcas de un camino, cerrado ya por la vegetación desértica y el paso de al menos dos arroyos por donde fluye el agua. Pese a lo rudo del camino, la doble tracción de la troca hizo la magia, y entre jalones y el forcejeo del motor y las llantas, llegamos hasta la ladera de donde comienza el cañón. 

Catedral, dando la bienvenida al cañón.

Antes de emprender la caminata, un par de tunas verdes y rojas, fueron nuestras barras energéticas, energía que fue utilizada, para romper la primera barrera de la naturaleza para ingresar al cañón. Entre mezquites, plantas de sotol y una espesa vegetación del semidesierto, llegamos al arroyo que sale del cañón, y este desde luego de lo profundo de la sierra. 

El trayecto se volvió más duro, entre el pedregal suelto del arroyo. Poco a poco el pico de Catedral se fue acercando, y con ello la naturaleza nos empezó a revelar su belleza, bosques de encino y pinos y una gran biodiversidad única, al refugio de uno de los tantos microclimas de la Sierra del Diablo dentro de los cañones. 

Zeus, nos seguía el paso constante, a veces en la parte trasera, a los costados o por delante, y no parecía descansar, pues el fiel amigo del hombre estaba decidido a explorar el cañón de Las Cascadas o Isla del Cielo un recinto virgen. 

En la tinaja de la cascada número 19.

Terminó el camino por el pedregoso arroyo y comenzó el camino sobre enormes piedras esculpidas por la erosión del agua, que se asimilaba a enormes banquetas. 

Al tomar la primera curva en el cañón, los acantilados se postraron ante nuestra mirada –que Sierra Tarahumara ni que nada- una belleza única, un privilegio el apreciar, ver, oler y palpar ese ecosistema. 

A los costados del cañón, los bosques de encino y pino formaban una senda de ensueño, que nos guió durante todo el trayecto.  

Bosques de encino y pino resguardan el cañón de las Cascadas.

Previo a la llegada a la primera cascada, pedimos el debido permiso a la madre naturaleza para poder ingresar, ya que éramos visitantes ajenos en un ecosistema virgen. 

En la primera cascada, José Luis platicó que –un día me vine por el camino en motocicleta, ingresé al cañón solo, un mes antes de que viniese había llovido. Me puse a descansar antes de la primera cascada, y ya quieto escuche que caía agua, y me dije, agua. Entonces avancé y descubrí las cascadas, algo que no podía creer. Imprudentemente, digo porque iba solo, el suelo de roca estaba resbaladizo y me pude haber caído, escalé y descubrí las tres cascadas. 

José Luis bajando una de las cascadas.

Llegamos a la tercera cascada, en donde en su tinaja, aún había agua, aunque no había agua chorreando, el agua de meses atrás quedó almacenada en las cavidades de la roca del suelo esculpidas por el agua. 

Zeus, acalorado, ingresó de inmediato a la tinaja a darse un baño y tomar agua. 

Después de la tercera cascada, Zeus, ya no pudo seguir el paso, debido a que de ahí en adelante había que escalar altas y escarpadas pendientes.  

Acantilados al interior del cañón.

Para nuestra sorpresa, al final del trayecto pudimos contabilizar 20 cascadas, algunas de las cuales sus tinajas (donde cae el agua) aún estaban con el vital líquido. 

Cuando menos acordamos, el cañón nos introdujo en lo profundo de la sierra y ya habíamos pasado la parte alta del pico de cátedras. El camino en el cañón continuaba, pero dado que estaba a punto de oscurecer decidimos emprender el viaje de regreso al vehículo. 

Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila.  

Fotografía: Historiasmx / Gorki Belisario.  Continuará…

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