El cultivo de amapola en México ha crecido un 12% de julio de 2019 a junio de 2020, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el gobierno mexicano.
HISTORIASMX. – En las remotas montañas del estado de Guerrero, se cultiva la amapola, una planta que eventualmente se convertirá en heroína. Sin embargo, la vida cotidiana de los agricultores de esta región no tiene nada que ver con el violento mundo del narcotráfico. Según el fotógrafo César Rodríguez, “Ellos tienen un trabajo de campesinos: simplemente rallan, cosechan y venden. Es un cultivo ilegal, pero no están ahí vendiendo heroína”.
La primera visita de Rodríguez a esta zona del Pacífico mexicano fue hace siete años, cuando viajaba como asistente de otro fotógrafo. Encantado por los paisajes y la amabilidad de los lugareños, decidió regresar dos años después, esta vez solo, con la ayuda de un colega de la comunidad que le presentó a los campesinos.
En las montañas de Guerrero, donde se cultiva el 60% de la amapola del país, Rodríguez encontró familias enteras trabajando la tierra. Para estos agricultores, el cultivo de amapola es un medio de subsistencia. “Lo que ganan es para sobrevivir, no para hacerse ricos”, comenta Rodríguez. La venta de amapolas a los carteles garantiza la subsistencia de cientos o miles de familias campesinas. “Hablé con gente que pudo mandar a sus hijos a estudiar a otros pueblos o ciudades gracias a la amapola. Un señor mandó a sus dos hijos a la universidad”, relata.
A lo largo de las rutas de las sierras, los campos de maíz han sido reemplazados por cultivos de amapola. Las pequeñas comunidades están conectadas de una u otra manera a esta producción. Los más jóvenes son conscientes de que gran parte de la cosecha se convertirá en heroína, aunque muchos, especialmente los mayores, desconocen su uso final. “Simplemente alguien les dijo que cosecharan y que iban a pagarles, y lo han hecho desde hace mucho tiempo”, explica Rodríguez. Algunas familias rotan los cultivos: una temporada siembran maíz, la otra amapola.
Rodríguez ha pasado cuatro años recorriendo las montañas de Guerrero, retratando paisajes y escenas de la vida campesina. A menudo, sus amigos y familiares imaginan que trabaja rodeado de camionetas de lujo y gente armada, pero la realidad es distinta. Las condiciones de vida en estas comunidades son similares a las de cualquier otro pueblo rural mexicano: “no hay luz, agua potable, ni servicios básicos. En algunos casos no hay ni transporte. Tampoco hay escuela, así que los niños caminan varios kilómetros para ir a otro pueblo”, describe Rodríguez.
A pesar de los riesgos y las condiciones difíciles, Rodríguez sigue regresando porque se siente cómodo y bien recibido por la comunidad. Además, las sierras de Guerrero le ofrecen un escape de las preocupaciones cotidianas. “La gente es muy amable, te reciben con los brazos abiertos”, dice. Sobre todo, Rodríguez encuentra felicidad en este lugar, desconectándose de todo.
El cultivo de amapola en México ha crecido un 12% de julio de 2019 a junio de 2020, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el gobierno mexicano. En ese período, se cultivaron 24,100 hectáreas en zonas remotas y de difícil acceso en los estados de Guerrero y Oaxaca, Nayarit, y el Triángulo Dorado entre Sinaloa, Chihuahua y Durango. Aunque el cultivo es ilegal, la siembra ha continuado debido a la caída en el precio de la goma de opio y la necesidad económica de los campesinos más pobres.
El informe de Naciones Unidas destaca una disminución en las hectáreas destruidas por las fuerzas armadas mexicanas desde 2017, a pesar del aumento del cultivo. En 2020, solo se destruyeron 11,800 hectáreas, la menor cantidad desde 2014.
La antropóloga Adèle Blazquez, en su libro ‘El Alba se ha levantado sobre un muerto. Violencia armada y cultivo de la amapola en México’, investiga cómo viven los habitantes de Badiraguato, Sinaloa, una región históricamente marginada. Blazquez señala que, aunque las personas viven en la precariedad, cultivan amapola como una necesidad económica en un entorno peligroso y codificado. La presencia militar y la represión complican la vida diaria de los habitantes, especialmente durante el período de cosecha.
La vida de los cultivadores de amapola en Guerrero y otras regiones mexicanas es un reflejo de la compleja relación entre la necesidad económica y el cultivo ilegal, en medio de un entorno de violencia y precariedad.