Fotografía: HISTORIASMX.

El Cobalto-60 es un isótopo radiactivo artificial que emite radiación gamma de alta energía. Es comúnmente utilizado en el tratamiento contra el cáncer mediante teleterapia, así como en aplicaciones industriales para radiografías no destructivas.

HISTORIASMX. – En la historia moderna de México, pocos eventos han logrado revelar con tanta crudeza las fallas en la gestión de materiales peligrosos como el accidente de Cobalto-60 ocurrido en 1984. Lo que comenzó como una venta inocente de chatarra en Ciudad Juárez se convirtió en una crisis radiológica de proporciones nacionales e internacionales.

Esta tragedia, invisibilizada por años, representa una de las peores contaminaciones por radiación ionizante registradas en América Latina, con consecuencias que afectaron a miles de personas y que obligaron a repensar la política de seguridad nuclear en el país.

Antecedentes: ¿qué es el Cobalto-60?

El Cobalto-60 es un isótopo radiactivo artificial que emite radiación gamma de alta energía. Es comúnmente utilizado en el tratamiento contra el cáncer mediante teleterapia, así como en aplicaciones industriales para radiografías no destructivas. Este material, si bien extremadamente útil en manos expertas, es altamente peligroso si se manipula incorrectamente, ya que su radiación puede causar quemaduras, daños celulares, mutaciones genéticas e incluso la muerte por exposición aguda.

La unidad involucrada en el accidente fue adquirida en 1977 por el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez, pero nunca fue utilizada ni registrada correctamente ante el entonces Instituto Nacional de Energía Nuclear (INEN). La falta de notificación e inspección permitió que el equipo permaneciera almacenado sin control durante años.

El inicio del desastre

En diciembre de 1983, Vicente Sotelo Alardín, técnico de mantenimiento del hospital, desmontó la unidad de teleterapia con el propósito de venderla como chatarra. Durante la manipulación, extrajo la cápsula que contenía el Cobalto-60 y la perforó, sin saber que estaba liberando un material letal.

El metal contaminado fue llevado al Yonke Fénix, un depósito de chatarra que lo vendió a la empresa Aceros de Chihuahua, S.A. (ACHISA), donde fue fundido junto con otros metales para fabricar varilla para construcción y otros productos. Así comenzó la dispersión masiva del material radiactivo.

El descubrimiento fortuito

El 16 de enero de 1984, un camión transportando varilla fabricada con acero contaminado pasó accidentalmente frente al Laboratorio Nacional de Los Álamos en Nuevo México, Estados Unidos. Los detectores instalados en la entrada marcaron niveles inusuales de radiación. Este evento fortuito activó las alarmas internacionales y permitió rastrear el origen del material hasta Ciudad Juárez.

Gracias a este descubrimiento, se inició una carrera contrarreloj para rastrear, confinar y descontaminar miles de toneladas de material ya distribuido por todo México y parte de Estados Unidos.

Dimensión del problema

Se estima que más de 6,000 toneladas de varilla contaminada fueron producidas y distribuidas. La varilla y otros productos metálicos llegaron a 17 estados de la República Mexicana e incluso cruzaron la frontera norte. Además:

  • Más de 17,600 construcciones fueron inspeccionadas.
  • 814 viviendas y edificios tuvieron que ser demolidos por niveles de radiación inaceptables.
  • Se identificaron más de 70 sitios contaminados, incluyendo calles, fábricas, hogares y vehículos.
  • Se recuperaron más de 16,000 metros cúbicos de tierra contaminada.
  • Se confinaron decenas de camiones y equipos industriales.

El material dispersado incluía alrededor de 6,000 gránulos radiactivos, con una actividad inicial estimada en 450 curies (Ci) al momento del accidente.

Impacto en la salud

Las consecuencias para la salud fueron profundas y, en muchos casos, irreversibles:

  • Más de 4,000 personas estuvieron expuestas a radiación.
  • Unas 80 personas recibieron dosis superiores a 25 rems (una unidad de radiación significativa).
  • Al menos cinco personas recibieron dosis letales superiores a 300 rems.
  • Se identificaron casos de lesiones internas, alteraciones en la sangre y efectos genéticos potenciales.
  • Vecinos de la calle Aldama, donde permaneció estacionada la camioneta contaminada, fueron hospitalizados.

La Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) y la Secretaría de Salud implementaron campañas de revisión médica y seguimiento, aunque la mayoría de los efectos tardíos no fueron documentados públicamente.

La respuesta institucional

Ante la magnitud del desastre, las autoridades mexicanas reaccionaron con una compleja operación de emergencia. Entre las acciones más destacadas estuvieron:

  • Cierre de las instalaciones contaminadas: como el Yonke Fénix, ACHISA y varias maquiladoras.
  • Inspecciones aéreas con helicópteros equipados con detectores de radiación del Departamento de Energía de EE.UU.
  • Descontaminación de viviendas, calles y fábricas, removiendo materiales radiactivos y blindando espacios.
  • Confinamiento del material contaminado en sitios especiales, como La Piedrera (Chihuahua), Maquixco (Edo. de México) y un sitio cercano a Mexicali.
  • Creación de nuevas leyes, incluyendo la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Materia Nuclear, publicada en 1985, que dio mayores facultades a la CNSNS.

Lecciones aprendidas

Este accidente demostró la urgente necesidad de implementar políticas estrictas de control nuclear, incluyendo:

  • Monitoreo obligatorio en aduanas mediante detectores de radiación.
  • Seguimiento digital de las fuentes radiactivas desde su importación hasta su disposición final.
  • Capacitación constante del personal médico e industrial en seguridad radiológica.
  • Campañas de educación pública sobre los riesgos de la radiación.

También evidenció los peligros de la corrupción burocrática, la negligencia institucional y la falta de cultura de prevención.

Conclusión

El accidente de Cobalto-60 en México en 1984 no fue un simple error técnico. Fue el resultado de una cadena de omisiones, ignorancia y descontrol que dejó miles de afectados, contaminó ciudades enteras y sacó a la luz las debilidades estructurales de un país aún poco preparado para enfrentar amenazas nucleares.

Hoy, cuatro décadas después, este hecho debe recordarse como un símbolo de la necesidad de vigilancia constante, responsabilidad compartida y compromiso ético con la protección del medio ambiente y la salud pública.

Por: Gorki Rodríguez.

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