Fotografía: Faridy Bujaidar.

La charla con Daniel Chavira fue igual de reveladora. Aunque llegó con una hinchazón en la cara debido a una picadura de abeja, su actitud positiva y su humor nunca flaquearon.

HISTORIASMX. – El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte cuando nos dirigimos hacia Aldama, Chihuahua, un pequeño rincón donde la tradición del sotol sigue viva. Salvador Derma, conocido en el ámbito sotolero como Chalol, me había invitado a conocer la vinata de la cooperativa Potrero del Llano, un proyecto que se esfuerza por preservar la autenticidad de esta bebida ancestral.

El viaje comenzó a las 5:30 de la mañana. Mercedes y yo recorrimos las dos horas de camino desde Chihuahua, observando cómo la noche se desvanecía, revelando un paisaje desértico adornado por cerros bajo un cielo azul amplio. Al llegar, lo primero que captó nuestra atención fue una pequeña capilla en ruinas, un testimonio silencioso de tiempos pasados.

En la vinata, Polo, otro de los socios de la cooperativa, nos recibió con una mezcla de hospitalidad y reserva. Cuando mencioné la posibilidad de hacer una entrevista, se mostró reacio, diciendo: “Es que yo no estoy estudiado, oiga.” Sin embargo, pronto se relajó y comenzó a compartir con nosotros sus conocimientos y pasiones sobre el sotol.

Polo, quien aprendió desde joven sobre la elaboración de sotol gracias a su abuelo materno, expresó su esperanza de que el sotol sea valorado como merece. Habló sobre el esfuerzo y la inversión que requiere su producción, así como del sabor “ahumadito” y a “tierrita” que caracteriza a su bebida.

La charla con Daniel Chavira fue igual de reveladora. Aunque llegó con una hinchazón en la cara debido a una picadura de abeja, su actitud positiva y su humor nunca flaquearon. Daniel nos habló de los desafíos económicos y ambientales de producir sotol en una región árida. Destacó la importancia de la sustentabilidad en la producción y la necesidad de reforestar para asegurar el futuro de esta tradición. “El sotol aún no vale lo que debería valer,” comentó, reflejando las dificultades económicas del sector. A pesar de ello, su entusiasmo por la calidad de su producto era palpable.

En el ambiente de la vinata, el aroma del sotol se mezclaba con otros olores de la naturaleza: el río cercano, las plantas y el petricor de la tierra húmeda. Daniel nos llevó a oler una planta local, la gobernadora, mostrando cómo el aroma de la planta se intensifica al mojarla. Fue una experiencia que nos conectó aún más con el entorno y con la esencia del sotol.

El día avanzó con más sorpresas: Salvador preparó pollo frito, y entre risas y charlas, la vinata se convirtió en un lugar de convivencia alegre. Don Enrique, Lázaro, Erasmo, Miguel y Manuel Omar se unieron a la reunión, y la música y el baile llenaron el ambiente. La experiencia se culminó con la degustación del sotol. Al probarlo, me sorprendió cómo su sabor parecía capturar la esencia del lugar: los aromas del río, las plantas, y quizás, mi propia experiencia en ese entorno.

La visita al Potrero del Llano no solo nos ofreció una visión profunda del proceso de producción del sotol, sino también una conexión tangible con las tradiciones y el entorno que lo rodean. El sotol, en su forma más pura, nos invitó a un viaje sensorial que va más allá de la bebida, reflejando la historia, el trabajo y el amor de quienes lo elaboran. ¿Lo han probado? ¿Qué opinan de la experiencia que ofrece?

Por: Faridy Bujaidar.

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