En el árido desierto del municipio de Jiménez, Chihuahua, se encuentran al resguardo de una muralla de cerros de bajo relieve, un conjunto de más de 20 petrograbados,  pertenecientes  a una tribu de nómadas, cazadores y recolectores, que habitaron  y transitaron por el municipio, probablemente en el periodo antes de cristo (A.C.).

Jiménez Chihuahua (Historias).- En el municipio de Jiménez, donde una tribu de cazadores-recolectores nómadas establecieron un asentamiento humano temporal, se conserva un conjunto de más de 20 petrograbados relacionados con la observación del cosmos y fenómenos astronómicos, así como el registro de la flora y fauna del sitio, los cuales datan posiblemente del periodo Antes de Cristo (A.C.).

Entre los límites del municipio de Jiménez, colinda con el estado de Durango, se encuentran más de 20 paneles de petrograbados, creados por tribus de cazadores-recolectores, nómadas, que habitaron los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila en el norte de México; y cuyos petrograbados representan la observación de fenómenos astronómicos, así como del ecosistema de la zona, flora y fauna.

Son unas formaciones rocosas ígneas que emergen en medio de un valle a 1.546 metros sobre el nivel del mar (msnm) en el desierto de Jiménez, a pocos kilómetros del estado de Durango. Las principales formaciones están agrupadas en forma de círculo, y tienen entre sus bordes petrograbados que fueron tallados mediante la técnica de percusión con piedra, por las tribus nómadas que residieron en parte del Bolsón de Mapimí.

El primer montículo denominado La Trinchera, contiene los restos de una estructura de piedra, construida por tribus de cazadores-recolectores, lugar donde se guarecían del clima. Cerca de allí, los restos de las tallas líticas (herramientas de piedra) que usaban para la caza y la defensa de los animales, y otras tribus, se encuentran esparcidos por el suelo.

En el primer montículo hay dos grabados sobre un soporte de piedra con representaciones de animales, particularmente de venados, especie que vive en el sitio y fue importante para algunas tribus, tanto como fuente de alimentación como en su mitología.

La talla más grande, que es un venado con astas y mide 20 centímetros de alto por 35 centímetros de ancho, da a conocer que el lugar donde se asentaron por un tiempo indeterminado, era un hábitat de los venados, los cuales para muchas tribus son sagrados y fueron fuente importante de alimento. 

 
Uno de los petrograbados más significativos del sitio arqueológico, se encuentra en el montículo número dos, conocido como El Observatorio, y está relacionado con el avistamiento de fenómenos astronómicos.

El Observatorio está estratégicamente ubicado justo detrás de una cadena montañosa que tiene una pequeña depresión. A medida que se pone el sol, los destellos de esta ubicación crean una vista espectacular. El grabado, de un metro de alto por metro y medio de ancho, fue realizado con la técnica de percusión de piedras y presenta espirales, líneas y curvas que se relacionan con figuras celestes y la topografía del sitio.

Este mural representa el sol poniente; la espiral en él representa al rey sol, y está escondido debajo de una piedra tallada con representaciones de montañas. De manera similar, en el grabado hay una talla circular con cuatro rayos que representa el sol de la misma manera, pero está oculto por montañas.

Este primer registro astronómico tiene líneas en zigzag en un lado, que representan un cañón a través del cual se oculta el sol. Posteriormente, estas líneas representan otra espiral con formas voluminosas que se conecta con el sol y las nubes.

La Bóveda Celeste es un tercer montículo y el más significativo de la zona arqueológica del municipio de Jiménez. Su representación principal está formada por 25 círculos concéntricos, destacando una formación en particular: ocho círculos agrupados por parejas y divididos por una línea central. Debido a su posición, podrían reemplazar el registro y la observación del cosmos.

La observación del espacio se puede apreciar y hacer a través de la vista natural en el desierto de Jiménez, Chihuahua y en una porción del Bolsón de Mapimí, donde no hay contaminación lumínica de pueblos o ciudades.

Los artefactos utilizados para separar la carne de los huesos de los animales, incluidas puntas de flecha, lanzas, raspadores y cuchillos se pueden localizar en el sitio arqueológico.  

La tribu de recolectores que habitó esta región de Jiménez no puede vincularse a un simple asentamiento agrícola porque el sitio carecía también de preparación de argamasa.

En cuanto a las espirales representadas en el sitio, existe evidencia de las mismas formas geométricas en estados como Coahuila, Durango, Chihuahua y Nuevo León.

No se proporciona más información sobre la ubicación del sitio arqueológico para preservarlo y evitar que sea víctima de la destrucción humana. En cambio, sólo se revela el arte rupestre y la tribu a la que perteneció, lo que se suma a nuestro conocimiento colectivo y promueve la preservación de este sitio, así como de todos los demás sitios arqueológicos en México y en todo el mundo. 

Por: Gorki Belisario Rodríguez. 

Fotografía: Historias / Gorki Rodríguez.

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