Fotografía: Archivo.

El descubrimiento de estas minas se remonta al año 1704 durante el pontificado de Clemente Duodécimo y el reinado de Felipe V. Un indígena llamado Juan de Dios Barba y su hijo Cristóbal Luján descubrieron la primera veta de plata y la nombraron San Francisco.

HISTORIASMX. – En la primera década del siglo XVIII, un poblado emergía en el norte de la Nueva España: San Francisco de Cuéllar. Este lugar, que cobraría relevancia rápidamente, fue elevado a la categoría de Villa de San Felipe el Real de Chihuahua el 21 de diciembre de 1718. Su origen se vincula al descubrimiento y florecimiento de minas en 1704 en una sierra cercana, junto a la cual se formó, alrededor de 1707, el Real de Santa Eulalia de Mérida o Santa Eulalia de Chihuahua, como se le conoció por muchos años.

El Descubrimiento de las Minas y la Fundación de Santa Eulalia

Las minas en la sierra Santa Eulalia, descubiertas en 1707, atrajeron a numerosos mineros. Un documento de enero de 1708 menciona la actuación del General Juan Fernández de Retana como Justicia Mayor y Capitán a Guerra de «Santa Eulalia de Mérida Real y minas de Cihuahua», indicando que la población ya contaba con una autoridad constituida para esa fecha.

La Transición a San Francisco de Cuéllar

Debido a la falta de agua suficiente para abastecer a la creciente población, en 1709, los vecinos de Santa Eulalia decidieron democráticamente trasladarse a un amplio valle regado por las aguas del río Chuviscar, protegido por tres cerros: el Grande, el de Santa Rosa y el del Coronel. Este nuevo asentamiento recibió el nombre de San Francisco por los misioneros y Cuéllar por el segundo título del Virrey que gobernaba la Nueva España.

San Francisco de Cuéllar: Un Lugar Estratégico

El sitio donde se fundó San Francisco de Cuéllar, aunque baldío, no estaba totalmente despoblado. A lo largo del margen izquierdo del río Chuviscar, hasta su confluencia con el río Sacramento, se encontraban las sementeras de los indígenas de la misión de San Cristóbal del Nombre de Dios, y río arriba, la misión de San Antonio del Chuviscar, de los indios tarahumaras. En el margen derecho, desde al menos 1705, residían Francisco Luján y Miguel Antonio Valverde, lo que obligó a los nuevos pobladores a escoger terrenos más arriba del río Chuviscar, donde el agua abundaba en su confluencia con el Sacramento.

Leyendas y Realidades del Descubrimiento de Santa Eulalia

El descubrimiento de las minas de Santa Eulalia está envuelto en leyendas. Una versión recogida por el General estadounidense Lew Wallace en el siglo XIX cuenta que en el año 1700, tres fugitivos de la justicia se refugiaron en las montañas de Santa Eulalia. Estos ofrecieron revelar la ubicación de una mina de plata a cambio de absolución y perdón, lo cual fue aceptado, y así se abrieron las minas que rápidamente ganaron fama. Sin embargo, esta historia es más novelesca que precisa.

El Desarrollo de Chihuahua y su Patrimonio Religioso

El primitivo templo de San Francisco de Cuéllar fue construido por el Sargento Mayor Juan Antonio de Trasviña y Retes en 1716, quien gastó 18,000 pesos en su construcción. En 1727, el Obispo de Durango, Benito Crespo y Monroy, instó a los vecinos a construir una iglesia más grande debido a la insuficiencia de la parroquial existente. Con fondos combinados de los vecinos y del Obispo, además de donaciones de los mineros, se logró construir también la parroquial de Santa Eulalia.

Un Legado de Historia y Desarrollo

La fundación de San Francisco de Cuéllar y su transformación en Chihuahua representa un capítulo fascinante de la historia colonial de México. El desarrollo de sus minas y la organización de sus comunidades reflejan un proceso de adaptación y crecimiento impulsado por la riqueza mineral y la búsqueda de mejores condiciones de vida. Hoy en día, la ciudad de Chihuahua continúa siendo un importante centro histórico y cultural, cuyo legado se remonta a estos primeros años de su fundación.

La Época de Prosperidad.

Hace aproximadamente dos décadas, las minas de Chihuahua eran consideradas unas de las más ricas de su tiempo. Propiedad de prominentes familias y empresarios como los herederos de Manuel San Juan de Santa Cruz, Antonio Gutiérrez del Castillo, Manuel de Echaguibel, y otros, estas minas producían una gran cantidad de plata. De 1757 a 1761, se fundieron 4,584 barras de plata, con un peso de 598,217 marcos. Sin embargo, entre 1767 y 1771, la producción decayó significativamente, reduciéndose a 3,121 barras con 409,917 marcos de plata.

La Fundación y Descubrimiento.

El descubrimiento de estas minas se remonta al año 1704 durante el pontificado de Clemente Duodécimo y el reinado de Felipe V. Un indígena llamado Juan de Dios Barba y su hijo Cristóbal Luján descubrieron la primera veta de plata y la nombraron San Francisco. Posteriormente, en 1705, descubrieron otra veta que llamaron Nuestra Señora del Rosario. Estos descubrimientos atrajeron a numerosos aventureros y mineros, lo que resultó en la formación de la Villa de San Felipe el Real, que hoy conocemos como Chihuahua.

Crecimiento y Decadencia.

La mina de Nuestra Señora de la Soledad, descubierta en 1707, fue una de las más significativas, atrayendo a multitudes debido a la abundancia de plata. Esto dio lugar a la formación de dos poblaciones en sus inmediaciones. Sin embargo, con el tiempo, muchas de las minas, como la de San Matías y Santa Eulalia, enfrentaron desafíos debido a la falta de agua y la dureza del terreno, lo que llevó a su eventual abandono.

Herencia y Propiedad.

Con el tiempo, las minas cambiaron de manos. Por ejemplo, la mina San José, inicialmente propiedad de Facundo Carbonel, fue vendida a Domingo de Basoco y, debido a las deudas, terminó en manos de Manuel de Hermosino y luego Pedro de Almoina. La mina de San Matías pasó por varios dueños antes de ser finalmente trabajada por Pablo Benito Rodríguez Rey, aunque con dificultades debido a la dureza de la veta.

Beneficio del Azogue.

Uno de los avances más importantes fue la introducción del beneficio de azogue (mercurio) por Facundo Carbonel en 1702, lo que revitalizó la minería en la región y permitió extraer plata de menas de menor ley. Este método se estableció inicialmente en el Real de San José del Parral y luego se trasladó a otras minas, contribuyendo significativamente a la economía local.

Estado Actual.

A pesar de la riqueza inicial, muchas de las minas actualmente tienen leyes de mineral muy bajas, lo que las hace menos rentables. Por ejemplo, la mina de Trasviña tiene una ley ordinaria de tres onzas de plata por tonelada de mineral, y ocasionalmente puede llegar a cinco o seis onzas, pero estos periodos de bonanza son breves.

Las minas de Chihuahua, desde su descubrimiento en el siglo XVIII, han jugado un papel crucial en el desarrollo económico y social de la región. Aunque la producción ha disminuido con el tiempo, la historia de estas minas refleja la tenacidad y esperanza de los mineros que continúan trabajando con la esperanza de encontrar nuevamente la abundancia de antaño.

Exploración y Decadencia de las Minas de Santa Eulalia.

El vasto y complejo entramado de minas en Santa Eulalia ha sido testigo de numerosos cambios de propiedad, fluctuaciones en la producción y variaciones en la calidad de los metales extraídos. Domingo Bustillos, uno de los primeros propietarios, dejó sus minas a través de diversas denuncias. Actualmente, don Domingo del Valle posee estas minas, aunque la ley de dos onzas y media las ha hecho incosteables. Santa Bárbara, Yermo y Concepción, antiguamente parte de un mismo dueño, ahora pertenecen a don Domingo del Valle. La mina de Guevara, inicialmente trabajada en 1721 por don Joseph Guevara y don Alonso Escudero, sigue una trayectoria similar, aunque hoy está despoblada y hundida.

La mina Rosario es una de las pocas excepciones, siendo trabajada aún por don Valle, aunque con dificultades similares a las de Guevara. La mina Loreto, registrada a principios del siglo XVIII, ha pasado por varias manos, incluyendo un portugués llamado Souza y un mestizo Diego de Orozco. Eventualmente, don Manuel San Juan de Santacruz adquirió la mina San Francisco de Paula, contigua a Loreto, consolidando su propiedad en la región.

Cerca de Loreto y Soledad, en 1725, se registró otra mina, Santa Ana, por don Antonio de Arrieta y don Joseph de Urteaga, quienes posteriormente abrieron una nueva boca llamada Dolores. Más adelante, la mina Dulce Nombre aparece en registros, siendo comprada en 1733 por Joseph Velarde y luego vendida a Manuel San Juan de Santa Cruz.

Las minas de Santa Eulalia, a pesar de su histórica bonanza, han sufrido una declinación notable. Durante los años de 1714 a 1725, las minas de Zubiate y Facundo fueron extremadamente productivas, con leyes de metales que variaban significativamente, algunas llegando hasta sesenta marcos por quintal. Sin embargo, estas bonanzas no se sostuvieron, y la producción decayó a niveles insostenibles.

En un contexto de altos costos y baja producción, muchas minas fueron abandonadas. Las minas de Trasviña, los Arrietas y otras experimentaron periodos de bonanza esporádicos, pero desde mediados del siglo XVIII, la mayoría entraron en decadencia. Algunas, como las de Gómez, Masa y Echaguibel, lograron bonanzas temporales, pero finalmente también sucumbieron a la decreciente ley de los metales.

La naturaleza irregular de las minas de Santa Eulalia, caracterizada por cuevas y oquedades llenas de metales mezclados con tierra y tepetate, ha hecho que la extracción sea costosa y poco fiable. La falta de leyes fijas y la variedad en la calidad de los metales han sido constantes desafíos. La mina Negrita, por ejemplo, tras una breve bonanza, quedó casi vacía, reflejando el patrón de muchas otras en la región.

Los retos operativos son significativos. Los costos de materiales como leña y carbón, necesarios para la fundición, se han disparado debido a la tala de bosques cercanos y la necesidad de transportar estos recursos desde largas distancias. Además, la escasez de plata ha llevado al retiro de los rescatadores y ha impactado negativamente en el comercio.

El personal minero incluye administradores, mineros, ayudantes, cuidadores, barreteros, tenateros y, en algunos casos, aguadores. La cantidad de trabajadores depende de la capacidad financiera del dueño de la mina, reflejando la difícil situación económica de la industria minera local.

A pesar de estos desafíos, algunos mineros continúan trabajando, impulsados por la esperanza de futuras bonanzas y la falta de alternativas económicas en la región. Sin embargo, la situación sigue siendo precaria, y la perspectiva de un despueble es real si no se descubren nuevas minas más rentables.

Por historias