La ejecución estaba programada para llevarse a cabo en las tapias de un corral, ubicado a unos cuantos pasos de la vía ferroviaria, detrás del cuartel en el hotel Towns.
HISTORIASMX. – El 4 de junio de 1912, Ciudad Jiménez, Chihuahua, fue el escenario de un evento que marcó un punto crucial en la vida del legendario revolucionario Francisco Villa. Aquel día, en medio de la turbulencia de la Revolución Mexicana, el general Victoriano Huerta, jefe supremo de la División del Norte Federal, ordenó la ejecución del brigadier honorario Francisco Villa por insubordinación. La decisión de Huerta parecía definitiva, y Villa, conocido por su bravura y carácter impetuoso, se encontraba en uno de los momentos más críticos de su vida.
El Camino al Corral: El Desgarrador Trayecto hacia la Muerte.
La ejecución estaba programada para llevarse a cabo en las tapias de un corral, ubicado a unos cuantos pasos de la vía ferroviaria, detrás del cuartel en el hotel Towns. Fue el coronel Miguel O´Horan quien recibió la orden de Huerta para que Villa fuera fusilado, y a su vez, delegó la tarea al coronel Francisco Castro. Entre las filas del Batallón de Xico, Villa fue escoltado hacia su lugar de ejecución.
Villa relata que mientras caminaba hacia el sitio donde debía cumplirse la sentencia, el peso de la desesperanza lo invadía, sus piernas se sentían frágiles como «hilacho» y sus ojos vagaban sin rumbo, buscando en la soledad algún rostro que pudiera salvarlo de su destino. La angustia y el miedo lo dominaban, un contraste con la figura valiente que la historia suele recordar.
El Cuadro de Fusilamiento: Un Instante de Desesperación.
Al llegar al corral, Villa se encontró con el cuadro de fusilamiento ya formado. El sargento que lideraba el pelotón trazó una cruz en el muro con un marrazo, marcando el lugar donde Villa sería ejecutado. El brigadier, desconsolado y confundido, preguntó a O´Horan por qué iban a fusilarlo, pero sus palabras fueron interrumpidas por lágrimas que brotaban de sus ojos. En ese momento de extrema vulnerabilidad, Villa, quien siempre había sido conocido por su valentía y fuerza, se encontraba de rodillas, implorando por su vida.
Los testigos de aquel momento aseguran que Villa palideció, vencido por el miedo, y cayó al suelo incapaz de mantenerse en pie. El sargento, conmovido, le ofreció un trago de sotol para darle valor, mientras el coronel Castro intentaba ayudarlo a levantarse. Villa, con voz entrecortada y desesperación en sus palabras, rogó una vez más: «Mi oficial, mi oficial, un momento, que no me arranquen la vida, yo he sido leal… por qué van a fusilarme. Yo soy así, un poco enojón y no conozco de Ordenanza todavía, que le hablen al general, que no me maten».
La Intervención del Coronel Rubio Navarrete: Un Giro Inesperado.
En un momento de incertidumbre, cuando todo parecía perdido para Villa, el coronel Guillermo Rubio Navarrete intervino. Tomando a Villa del brazo, lo sacó del cuadro de fusilamiento y lo condujo a la presencia del general Huerta. Villa, llorando de emoción y alivio, se arrodilló ante Huerta, suplicando perdón y rogando por su vida. En medio de su súplica, Villa intentó justificar su comportamiento como un «calentamiento de cabezas» y prometió devolver cualquier cosa que su gente hubiera tomado sin su consentimiento.
Huerta, quien había ordenado la ejecución sin titubear, se encontró frente a un hombre derrotado, arrodillado ante él, pidiendo clemencia. Los testigos aseguran que el general reflexionó por un momento, dirigió una mirada compasiva hacia Villa y, en un giro sorprendente de los acontecimientos, ordenó a los soldados que formaban el cuadro retirarse. La vida de Francisco Villa había sido perdonada.
El Misterio de la Intervención: Una Historia Incompleta.
A pesar de la dramática salvación de Villa, el misterio sobre quién realmente intercedió por su vida persiste. Algunas versiones aseguran que los hermanos Emilio y Raúl Madero, o incluso el propio presidente Francisco I. Madero, ordenaron detener la ejecución. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes que respalden estas afirmaciones. En sus informes, Huerta no menciona ninguna orden de Madero para suspender el fusilamiento, y Villa tampoco lo menciona en sus memorias. La Associated Press, por su parte, recibió una aclaración de la presidencia de la República que negaba cualquier intervención por parte de los hermanos Madero.
Luis Garfias, un contemporáneo de estos eventos, sugirió que la antipatía personal de Huerta hacia Villa pudo haber motivado la orden de ejecución. Sin embargo, desde un punto de vista militar, Huerta actuó de manera correcta al castigar la actitud insolente y violenta de Villa, especialmente en un contexto de campaña. A pesar de ello, el desenlace fue favorable para Villa, quien fue remitido preso a la Ciudad de México y encarcelado en la Penitenciaría del Distrito Federal, acusado de desobediencia, insubordinación y robo.
Un Rescate que Cambió el Rumbo de la Revolución.
El frustrado fusilamiento de Francisco Villa es un episodio que resalta la imprevisibilidad de la Revolución Mexicana. La vida de Villa, que parecía destinada a terminar en un corral de Jiménez, Chihuahua, fue salvada en el último momento por una intervención que aún hoy está rodeada de misterio. Este evento no solo preservó la vida de uno de los líderes revolucionarios más emblemáticos, sino que también cambió el curso de la historia. Villa, quien en ese momento era un prisionero aterrorizado, volvería a convertirse en uno de los protagonistas más audaces de la Revolución Mexicana. Su historia, marcada por la bravura y la controversia, continúa siendo un símbolo de resistencia y lucha en la memoria colectiva de México.