Fotografía: Gorki Rodríguez / HISTORIASMX.

El desierto, con su inmensidad y su aparente desolación, es también un lugar de refugio, donde los recuerdos se preservan como un tesoro invaluable.

HISTORIASMX. – En los rincones más recónditos del gran desierto del Bolsón de Mapimí, existe un momento del día que los viejos rancheros conocen como «La Hora de la Nostalgia». Es un tiempo que, al caer el sol y dar paso a la noche, envuelve al desierto en un manto de quietud y serenidad. Aquí, en estos vastos llanos que parecen eternos, los recuerdos se agolpan, trayendo consigo una oleada de emociones que calan hondo en el alma.

La Quietud del Desierto al Atardecer.

El sol comienza a descender lentamente, y su luz dorada baña el horizonte, tiñendo el cielo de un rojo intenso que lentamente se desvanece en tonos púrpuras y azules. Es un espectáculo natural que nunca deja de maravillar a quienes lo observan. Las sombras se alargan, cubriendo los ranchos y las salinas de Estación Carrillo, una pequeña comunidad enclavada en la región sur de Chihuahua.

Este es un momento mágico, donde todo parece detenerse. Los pájaros, que hasta hace poco llenaban el aire con su canto, se refugian en los árboles, mientras que los animales nocturnos comienzan a despertar. El viento, que durante el día soplaba inclemente, cesa, dejando en su lugar un silencio que solo el desierto puede ofrecer. Es un silencio profundo, casi tangible, que invita a la reflexión y a la introspección.

Los Recuerdos y la Soledad.

Es en esta hora, cuando la soledad se siente más profunda, que los recuerdos de tiempos pasados comienzan a aflorar con una fuerza inusitada. Los rancheros, con sus rostros curtidos por el sol y el viento, se sientan en la entrada de sus casas, mirando al horizonte.

Cada uno, inmerso en sus propios pensamientos, revive momentos de su juventud, de aquellos días en que el desierto era menos solitario y la vida parecía más sencilla. Es una nostalgia que duele, pero que también reconforta, pues esos recuerdos son lo que los mantiene conectados con sus raíces, con la tierra que los vio nacer y crecer.

En esos instantes, los hombres y mujeres del desierto se sienten más cerca de aquellos que ya no están. Las historias de sus ancestros cobran vida, y las imágenes de sus padres y abuelos, trabajando la tierra bajo el mismo sol que ahora se oculta, se hacen presentes en su mente.

Es como si el tiempo se detuviera, permitiéndoles revivir esos momentos una vez más. Cada recuerdo es un tesoro, una conexión con el pasado que los fortalece y los llena de un sentido profundo de pertenencia.

Encuentros con la Naturaleza: El Recorrido por las Salinas y la Sierra el Diablo.

Fue durante uno de esos atardeceres, en un viaje a las salinas de Estación Carrillo, que Gorki Rodríguez y su amigo Joel decidieron hacer una pausa para disfrutar de unos refrescos. Aunque el frío típico de febrero se hacía sentir, el sol aún reclamaba su dominio sobre el desierto, recordándoles que, a pesar de la estación, el calor nunca abandona completamente esta región. Desde allí, la Sierra el Diablo se levantaba majestuosa, con sus picos acariciando el cielo. Ese día, Gorki señaló la sierra con determinación, prometiéndose que algún día la exploraría.

Meses después, esa promesa se materializó durante la ruta del sotol, una travesía que desafió tanto la resistencia física como la espiritual. La expedición a la Sierra el Diablo fue una experiencia que no solo desafiaba la naturaleza, sino también el espíritu aventurero de Gorki. El camino, apenas visible y reclamado por la vegetación, los llevó por terrenos accidentados, arroyos secos y lechos pedregosos, hasta llegar a la entrada de un cañón que albergaba un microclima sorprendente, con bosques de encinos y pinos en medio del desierto.

La Hora de la Nostalgia: Una Mirada hacia el Pasado.

Mientras la noche cae sobre el Bolsón de Mapimí, la «Hora de la Nostalgia» alcanza su apogeo. Las estrellas que durante el día permanecían ocultas, comienzan a brillar en el cielo, formando un tapiz luminoso que cubre la vastedad del desierto. Es un momento en que el frío del desierto se hace más presente, envolviendo a los rancheros en sus chamarras de lana. Es en este instante que los pensamientos vuelven una vez más al pasado. Los más viejos hablan de las fiestas de antaño, de las largas jornadas en los campos de sotol, de las historias que sus abuelos les contaban junto al fuego.

Las conversaciones, que durante el día giraban en torno a los problemas del presente, se tornan en relatos del pasado. Los más jóvenes escuchan con atención, fascinados por las hazañas y vivencias de aquellos que les precedieron. Es un tiempo para transmitir conocimientos, para compartir la sabiduría acumulada a lo largo de los años.

Los más viejos cuentan cómo el desierto ha moldeado sus vidas, cómo les ha enseñado a ser pacientes, a valorar lo poco que tienen y a encontrar belleza en la aridez. Para ellos, la «Hora de la Nostalgia» no es solo un momento de melancolía, sino también de gratitud, una oportunidad para reconectar con lo esencial.

La Sierra el Diablo: Un Testigo Silencioso.

La Sierra el Diablo, con su imponente presencia, es un testigo silencioso de estas nostalgias. Sus cañones y arroyos, que alguna vez vieron pasar torrentes de agua, ahora descansan en silencio, guardando los secretos de aquellos que han cruzado sus caminos. Durante la expedición, Gorki y José Luis descubrieron un cañón que desafiaba la sequedad del desierto, con cascadas ocultas que apenas dejaban entrever el paso del agua. Este contraste entre la aridez del exterior y la vida escondida en el interior del cañón es un reflejo de la dualidad del desierto: un lugar de extremos, donde la vida y la muerte coexisten en un delicado equilibrio.

Al final del recorrido, Gorki se detuvo un momento para contemplar el paisaje. El sol ya se había ocultado, y las primeras estrellas comenzaban a aparecer en el cielo. El silencio del desierto, que durante el día era roto por el viento y los animales, ahora era absoluto. Solo el crujir de las ramas secas bajo sus pies rompía la quietud. Era la «Hora de la Nostalgia», y Gorki, envuelto en sus pensamientos, comprendió el profundo significado de ese momento.

Conclusión: El Desierto como Refugio de Nostalgias.

La «Hora de la Nostalgia» es más que un momento en el tiempo; es una experiencia que define la vida en el desierto del Bolsón de Mapimí. Es un recordatorio de que, a pesar de la dureza del entorno, hay una belleza profunda en la simplicidad y en los recuerdos que se atesoran. Los rancheros, con su sabiduría adquirida a lo largo de los años, entienden que el desierto es un maestro silencioso, uno que les ha enseñado a valorar cada instante, cada recuerdo, y a encontrar paz en la vastedad de la soledad.

El desierto, con su inmensidad y su aparente desolación, es también un lugar de refugio, donde los recuerdos se preservan como un tesoro invaluable. Es un espacio donde el tiempo parece detenerse, permitiendo que los habitantes de este vasto paisaje encuentren consuelo en las memorias que los han moldeado. En cada rincón del Bolsón de Mapimí, en cada sombra proyectada por el sol poniente, se esconde una historia, una vivencia, un fragmento de vida que contribuye a la rica tapeza de la «Hora de la Nostalgia». Y así, en medio del silencio y la soledad, el desierto sigue siendo el guardián de esas memorias, un testigo eterno de las vidas que se entrelazan con su árido pero fascinante paisaje.

Por: Gorki Rodríguez.

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