La Sierra del Diablo, una formación orográfica única en el sur de Chihuahua, se extiende más de 55 kilómetros de largo y hasta 15 kilómetros en su parte más ancha.
HISTORIASMX. – Por primera vez en la historia, el investigador y periodista Gorki Rodríguez ha documentado la presencia de pinos y encinos en el desierto de Jiménez, una región que forma parte del vasto Desierto Chihuahuense.
La Sierra del Diablo, situada en la región sur del estado de Chihuahua y cercana al estado de Coahuila, ha revelado un ecosistema inesperado en sus acantilados y cañones.
Un Ecosistema Único en el Desierto Chihuahuense.
La Sierra del Diablo, una formación orográfica única en el sur de Chihuahua, se extiende más de 55 kilómetros de largo y hasta 15 kilómetros en su parte más ancha. A diferencia de una simple cordillera, esta sierra alberga microclimas que contrastan notablemente con el entorno árido del desierto circundante.
En la base de los acantilados de la sierra, la vegetación cambia dramáticamente con la presencia de encinos (Quercus spp.). Estos árboles, que pueden alcanzar alturas de 2 a 3 metros, y los más altos hasta 6 metros, marcan el inicio de un cambio en el paisaje. A medida que se adentra en los cañones, los bosques de encinos se vuelven más densos y se mezclan con pinos de la variedad Cedro Blanco (Cupressus lusitanica).
El Encino: Un Árbol de Gran Importancia.
Los encinos son árboles robustos que varían en tamaño y tipo de follaje. Pueden ser perennifolios, caducifolios o marcescentes, adaptándose a diferentes condiciones climáticas. Durante su etapa de floración, producen inflorescencias masculinas llamadas amentos, y flores femeninas que se transforman en bellotas, un fruto esencial para las tribus nómadas, cazadoras y recolectoras que alguna vez habitaron esta región.
Los encinos son árboles antiguos, con fósiles que datan del Cretácico inferior. Su corteza, inicialmente lisa, se agrieta con la madurez, y las bellotas que producen fueron una fuente de alimento crucial para las tribus que utilizaban morteros móviles para moler estos frutos.
Cedro Blanco: El Gigante de los Cañones.
El Cedro Blanco es una conífera que crece rápidamente en su juventud, alcanzando alturas de hasta 30 metros y un diámetro de tronco de hasta 1 metro. Su copa es cónica y sus hojas, escamosas y de color verde azulado, se disponen en cuatro filas aplanadas. Los conos femeninos de esta especie son casi redondos y contienen hasta 120 semillas aladas, mientras que los conos masculinos son más pequeños y cilíndricos.
Originario de México y Centroamérica, el Cedro Blanco prospera a altitudes de 2,200 a 3,300 metros sobre el nivel del mar. En la Sierra del Diablo, estas coníferas forman densos bosques en los cañones, donde el clima templado y la corta exposición solar crean un hábitat ideal.
Un Refugio para la Fauna.
La PROFEPA reconoció las condiciones ideales de la Sierra del Diablo para la vida silvestre y, en 2020, liberó un osezno en la sierra.
Este osezno, encontrado en estado de desnutrición en el rancho Los Arenales en Jiménez, fue llevado a este hábitat natural donde podría prosperar.
Historia y Testimonios.
Las tribus que transitaron por la Sierra del Diablo dejaron evidencias de su presencia en forma de artefactos de piedra, incluidos morteros utilizados para procesar bellotas y otras plantas. Estas herramientas muestran la importancia de los encinos y sus frutos en la dieta de estos antiguos habitantes.
La documentación de los pinos y encinos en la Sierra del Diablo por Gorki Rodríguez ha revelado un ecosistema sorprendente en el corazón del Desierto Chihuahuense. Este descubrimiento subraya la riqueza y diversidad biológica de la región, ofreciendo nuevas oportunidades para la investigación y conservación de estos valiosos hábitats. La Sierra del Diablo no solo es un refugio para especies exóticas de flora y fauna, sino también un testimonio vivo de la interacción entre el medio ambiente y las culturas que alguna vez florecieron en este paisaje único.
Por: Gorki Rodríguez.