En un rincón remoto del suroeste de Chihuahua, México, se yergue un testimonio silencioso de un pasado olvidado. Entre pasadizos intrincados, laberintos de roca y cuevas ocultas, se encuentra el eslabón perdido de una civilización antigua: el sitio arqueológico de Peñoles.
HISTORIASMX. – Ubicado a una altitud impresionante de 1604 metros sobre el nivel del mar, este complejo de formaciones rocosas volcánicas en el municipio de Villa Coronado ha sido testigo de los dramas épicos y las tragedias de los tobosos, una tribu de nómadas cazadores recolectores.
Los tobosos, legendarios por su destreza con el arco y por sus penachos de plumas de aves del desierto del norte de México, una vez dominaron estas tierras desde los municipios de Jiménez hasta Hidalgo del Parral. Sin embargo, su historia fue marcada por la llegada de los europeos, quienes trajeron consigo la esclavitud y la violencia, despojando a los tobosos de su hogar ancestral.
El arqueólogo chihuahuense Arturo Guevara Sánchez, junto con el profesor Manuel Valdés Durán, revelaron al mundo la importancia de Peñoles en 1998. Desde entonces, excavaciones meticulosas han desenterrado más de 21 estructuras de adobe y piedra construidas por los tobosos para protegerse y vivir en armonía con su entorno rocoso.
Las condiciones geográficas únicas de Peñoles, con sus cuevas naturales y pasadizos laberínticos, moldearon la vida de los tobosos y sus construcciones rudimentarias. Pero más allá de las paredes de piedra, las rocas mismas se convirtieron en lienzos para las expresiones artísticas de esta antigua cultura. Más de 14 paneles de arte rupestre han sido descubiertos, revelando un mundo de figuras zoomorfas, antropomorfas y abstractas que dan vida al pasado perdido.
Según los estudios de Guevara Sánchez y M. Luisa Reyes Landa, el asentamiento toboso en Peñoles data de al menos 1450 d.C., pero su presencia continuó incluso durante la ocupación virreinal. Aquí, los tobosos practicaban una agricultura rudimentaria, como lo atestiguan los morteros utilizados para moler hierbas y semillas, encontrados entre las ruinas.
Las pinturas rupestres, verdaderas joyas del pasado, narran la historia de los tobosos. Se pueden ver jinetes a caballo, simbolizando el encuentro con los conquistadores europeos, así como cruces religiosas grabadas por los evangelizadores, marcando el inicio de una nueva era en la región.
Pero el paso del tiempo no ha sido amable con Peñoles. A pesar de su importancia histórica, el sitio ha sido víctima de vandalismo y saqueo, con innumerables vestigios destruidos por la codicia humana. Sin embargo, para aquellos valientes que se aventuran a explorar sus laberintos rocosos, Peñoles sigue siendo un testimonio vivo de la grandeza perdida de los tobosos.
El recorrido por «El Laberinto» es una experiencia única. A medida que los excursionistas se adentran en las estrechas grietas y pasadizos semioscuros, se encuentran con las huellas de una civilización olvidada. Las pinturas rupestres, las estructuras de adobe y los morteros de piedra son recordatorios tangibles de un pasado glorioso.
Al final del camino, la «Señal de Tonatiuh» emerge entre las rocas, señalando la presencia de las pinturas rupestres mejor conservadas de Peñoles. Aquí, en medio de la naturaleza salvaje, uno puede sentir la presencia de los antiguos tobosos, que una vez dominaron estas tierras inhóspitas.
A medida que el sol se pone sobre el horizonte, los visitantes se despiden de Peñoles, conscientes de que han sido testigos de algo especial. Este antiguo sitio arqueológico, perdido en el tiempo, sigue siendo un recordatorio de la fragilidad de la civilización humana y de la importancia de preservar nuestro pasado para las generaciones futuras. En Peñoles, el esplendor perdido de los tobosos cobra vida una vez más, recordándonos que, incluso en los lugares más remotos, la historia espera ser descubierta.
Por: Gorki Rodríguez.
Fotografía: Gorki Rodríguez / Historiasmx.