En el corazón de la vasta extensión del Desierto Chihuahuense, se alza un centro de investigación único en su tipo: el Laboratorio del Desierto.
HISTORIASMX. – Situado en el centro de la Reserva de la Biosfera de Mapimí, en el punto donde convergen los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango, este laboratorio ha sido durante décadas un faro de conocimiento sobre los ecosistemas áridos y un epicentro de investigación científica.
Construido por iniciativa del Dr. Héctor Mayagoitia Domínguez, Gobernador del Estado de Durango en ese entonces, y donado al Instituto de Ecología, A.C. (INECOL), el laboratorio ha sido testigo de innumerables estudios realizados por investigadores y estudiantes tanto nacionales como extranjeros. Desde su inauguración por el Presidente de la República Lic. José López Portillo en 1978, ha sido un punto focal para comprender la ecología del desierto y ha sido protagonista en el estudio de diversas especies, como la gran tortuga del Bolsón de Mapimí, especie endémica en peligro de extinción.
Pero el Laboratorio del Desierto es mucho más que un centro de investigación. Es un ejemplo de sostenibilidad y uso de energías alternativas en medio del árido paisaje. Equipado con paneles solares para generar energía, cuenta con tecnología que permite el uso de computadoras, refrigeradores solares y baños ahorradores, todo alimentado por la generosidad del sol del desierto.
Además de ser un centro de investigación de excelencia, el Laboratorio del Desierto también ha sido utilizado para impartir cursos de campo sobre técnicas para el estudio de la fauna silvestre y su hábitat en zonas áridas, formando así a las nuevas generaciones de científicos dedicados a la conservación de estos ecosistemas únicos.
Con dos aulas de laboratorio y capacidad para 30 personas, el laboratorio ha sido utilizado por diversas instituciones académicas y de conservación para llevar a cabo investigaciones, cursos y talleres que contribuyen al entendimiento y preservación del desierto chihuahuense.
En un mundo donde la preservación de los ecosistemas áridos es cada vez más crucial, el Laboratorio del Desierto brilla como un faro de conocimiento y esperanza, guiando nuestros esfuerzos hacia un futuro más sostenible y equilibrado con la naturaleza.
Fotografía: Archivo.