Al interior de los cañones de la Sierra del Diablo, en donde se crean microclimas templados, existen bosques de Cedro Blanco y Encinos, que forman un ecosistema único, hogar de especies de fauna únicas y diferentes al resto del desierto Chihuahuense y el Bolsón de Mapimí.
HISTORIASMX. – La imagen de los bosques de pino y encinos en la Sierra del Diablo, ubicada en la región sur del estado de Chihuahua, cerca ya al estado de Coahuila, eran apenas una imagen mental, hasta después de la segunda expedición emprendida, en donde por vez primera se documentó con evidencia gráfica sobre la presencia de pinos.
El nombre tan particular de esta sierra, -y que de verdad es la única sierra de la región sur del estado de Chihuahua, por su orografía, y no una simple cordillera- posee un tamaño lineal de poco más de 55 kilómetros, y hasta 15 kilómetros en su parte más ancha.
En los acantilados de la sierra, la exposición solar, la orografía y clima, crean microclimas que contrastan con el desierto árido de la región, dado que en la parte baja de los acantilados la vegetación comienza a cambiar, con la presencia inicial de árboles de Encinos, los cuales crecen a una altura promedio de 2 a tres metros de altura, y los más altos hasta seis metros.
Dentro de la parte profunda de la sierra, especialmente de los cañones, la vegetación del desierto desaparece radicalmente, dando paso a tupidos bosques de árboles de Encino, así como pinos de la variedad de Cedro Blanco.
Uno de los principales factores que hacen que crezcan este tipo de árboles al interior de los cañones, es la permanencia anual de un clima templado, el cual se torna más fresco que caloroso. Además, la exposición solar durante el día es corta al interior de los cañones con enormes laderas de hasta más de 200 metros de altura, lo que hace que la permanencia del sol sea por pocas horas.
La teoría de cómo llegaron este tipo de árboles a esta sierra, es a través de las aves migratorias que se refugian en este paraíso, y que al defecar, dispersan las semillas de Encinos y Cedros Blancos, las cuales encuentran un medio propicio para la vida al interior de la sierra y por supuesto los cañones.
Asimismo, los Cedros Blancos se caracterizan por formar los bosques de coníferas, y cuya vida suele ser muy longeva y de rápido crecimiento de joven, alcanzando una altura de más de 30 metros de alto.
El tronco central, puede llegar a medir hasta 1 metro de diámetro, con una corteza delgada de 5 milímetros, áspera y corrugada de color marrón rojizo y blanquecina en el interior; algo escamosa y fisurada longitudinalmente. La copa es cónica a piramidal, con ramas extendidas, monopódicas. Las hojas son escamosas, se disponen apretadamente en cuatro filas aplanadas y algo colgantes, de color verde azulado a glauco. Los conos femeninos son dehiscentes, casi redondos, de 12 a 15 mm, formados por 6 a 8 escamas duras y con hasta 120 semillas aladas. Los conos masculinos son más pequeños (5 mm), cilíndricos y bracteados, surgen en el ápice de las ramas.
Esta especie es originaria de México y de Centroamérica: Guatemala, El Salvador y Honduras. Otra de las características de esta especie de árbol, es que crece a altitudes de 2 mil 200 a 3 mil 300 metros sobre el nivel del mar.
Dado que, en lo profundo de la Sierra del Diablo y los cañones, es donde se encuentran los Cedros Blancos, cuyas familias forman zonas boscosas, en el año del 2020, la PROFEPA, realizó la liberación de un osezno en el interior de la sierra, el cual fue localizado en estado de desnutrición en el rancho Los Arenales, ubicado en el municipio de Jiménez. La liberación del osezno en esta zona se debió a que cumple con los requisitos de clima y vegetación, los cuales fungen como un hábitat natural.
A diferencia de los Cedros Blancos, los Encinos se pueden localizar fuera de los cañones, en los acantilados. Los Encinos, son árboles de gran porte, aunque también se incluyen arbustos. Los hay de follaje permanente, caducifolios y marcescentes.
Durante la etapa de floración, las flores masculinas se presentan en amentos, inflorescencias complejas colgantes, habitualmente cada flor con entre cuatro y diez estambres, lo más a menudo seis, de largos filamentos. Mientras que las flores femeninas aparecen aisladas u organizadas en espigas o cabezuelas, presentan tres estigmas, así como óvulos anátropos, y están rodeadas por una estructura de escamas empizarradas que al madurar será la cúpula que formará la bellota.
Asimismo, el fruto se denomina bellota, es solitario y de origen axil (de brote), con cotiledones planos. La corteza suele ser lisa en los ejemplares jóvenes, pero se va agrietando con la madurez de la edad. Se considera un género de origen antiguo, conociéndose fósiles desde el Cretácico inferior.
Los frutos de este árbol fueron aprovechados por tribus nómadas, cazadoras y recolectoras, que transitaron y habitaron brevemente en esta sierra. La prueba fehaciente está en los artefactos de piedra que se pueden localizar en diferentes sitios estratégicos. Estos morteros móviles, servían para moler o triturar granos, semillas y plantas, con las cuales los integrantes de las tribus se alimentaban. Por el gran contenido de aceites esenciales de las bellotas, estas debieron ser un fruto preferido por los integrantes de las tribus.
Un ecosistema único, que es el hogar de especies de flora y fauna de la región y únicas que se pueden considerar como exóticas dado que se localizan en un microclima, rodeado del gran desierto chihuahuense, un sitio en donde aparte de estas dos especies de árbol ya descritas anteriormente, fue hogar hacer más de 80 años atrás, del borrego cimarrón y cabra de monte. Segunda parte.
Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila.
Fotografía: Historiasmx / Gorki Rodríguez.