Aunque la producción de sal en Salinas del Rey tiene más de seis décadas de historia, el futuro es incierto. La falta de maquinaria moderna para agilizar la recolección de sal y las condiciones extremas del clima ponen en peligro la viabilidad económica de esta actividad.
HISTORIASMX. – En medio del desierto coahuilense, donde hace millones de años se encontraba un vasto mar, un pequeño pueblo llamado Salinas del Rey desafía al tiempo y a la naturaleza para sobrevivir. Aquí, más de 100 familias dependen de un oficio que parece detenido en el pasado: la extracción artesanal de sal. Bajo el sol implacable y con herramientas rudimentarias, estos hombres y mujeres realizan una tarea que para muchos podría parecer milagrosa: extraer sal del desierto, donde todo es aridez y escasez.
Un Mar Enterrado Bajo la Tierra.
A simple vista, Salinas del Rey se asemeja a un paisaje surrealista. Desde lejos, el terreno se ve como un conjunto de pistas de hielo delimitadas por bordes terrosos. Sin embargo, al acercarse, lo que se descubre son grandes pozas rectangulares, conocidas localmente como «charcas» o «vasos evaporadores», donde el agua salina se almacena para luego evaporarse bajo el sol. Al final del proceso, lo que queda es la sal, que es cosechada y comercializada, principalmente para uso industrial y ganadero.
Este oficio se ha transmitido de generación en generación, con técnicas que han cambiado muy poco desde sus inicios. Víctor Quiroz, un salinero de 45 años con más de dos décadas en el oficio, lo resume de forma simple pero poderosa: «A pura pala y carretilla». Su historia es similar a la de muchos en el pueblo: heredó la tierra de su padre, pero ahora trabaja para otro productor porque su propia parcela ya no es rentable.
Un Ciclo de Esfuerzo y Esperanza.
El proceso es tanto un arte como una lucha constante contra los elementos. Los salineros bombean agua subterránea rica en sal y la vierten en los vasos evaporadores. Luego, esperan pacientemente a que el sol haga su parte. Cuando las condiciones son ideales, una cosecha puede producir hasta 500 toneladas de sal en unos pocos días. Pero la naturaleza es caprichosa. Días nublados, lluvias repentinas o fríos inesperados pueden detener la producción y dejar a las familias sin ingresos durante semanas.
“Hay veces que uno dura hasta tres meses sin jale porque llueve o hace frío, y no sale sal”, comenta Víctor mientras señala una charca que, por no haber sido levantada a tiempo, ahora requiere más esfuerzo para extraer el producto.
La Cadena de la Sal: Del Desierto a Todo el País.
En Salinas del Rey, existen alrededor de 70 propietarios de terrenos salineros y unos 50 trabajadores adicionales que dependen de esta actividad. Aunque el proceso es artesanal, la demanda de sal es constante. Empresas grandes como Peñoles y curtidoras de cuero en ciudades como León y Guadalajara son algunos de los principales compradores. Sin embargo, la cadena de valor tiene sus complejidades. La sal es comprada inicialmente por intermediarios, conocidos como «coyotes», quienes la revenden a otros comerciantes antes de que llegue a su destino final. Estos intermediarios obtienen ganancias, pero los salineros se quedan con márgenes mínimos, ganando tan solo unos 150 pesos por tonelada.
Juan Acosta, un salinero con 30 hectáreas bajo su control, explica que la sal más limpia y blanca es la más valiosa. Esta se vende como «sal de primera» y puede alcanzar los 700 pesos por tonelada. Sin embargo, muchas veces, la sal que se produce está manchada y se destina al forraje o al curtido de cueros, a precios mucho más bajos.
El Futuro de una Tradición en Riesgo.
Aunque la producción de sal en Salinas del Rey tiene más de seis décadas de historia, el futuro es incierto. La falta de maquinaria moderna para agilizar la recolección de sal y las condiciones extremas del clima ponen en peligro la viabilidad económica de esta actividad. «Ya subimos al feis a ver si el gobierno nos apoya con una maquinita», comenta Juan Acosta, quien, como muchos en el pueblo, depende del apoyo de su familia para subsistir cuando la producción se detiene.
En este rincón olvidado de México, los salineros siguen apostando por un oficio que, aunque arduo y precario, les ha permitido mantener a sus familias por generaciones. Aquí, donde el agua para beber es un lujo que debe comprarse por separado, la sal no solo es un recurso; es vida, identidad y legado.
Mientras el sol sigue dictando el ritmo de trabajo, los habitantes de Salinas del Rey continúan haciendo un milagro cotidiano: extraer del desierto lo que para otros sería imposible.