Explotación laboral, precariedad indígena y omisión institucional en uno de los municipios agrícolas más productivos del norte de México
HISTORIASMX. – Con el inicio de la temporada agrícola en el municipio de Jiménez, al sur de Chihuahua, ha comenzado también la movilización masiva de jornaleros agrícolas temporales. Provenientes principalmente de comunidades indígenas de la Sierra Tarahumara, así como del estado de Guerrero, cientos de hombres, mujeres y menores de edad son llevados diariamente en camionetas hacia los campos de cultivo del municipio, sin que se garantice el cumplimiento de sus derechos laborales ni humanos más básicos.
🔹 Mano de obra temporal, pilar de la producción… y blanco de explotación
La actividad agrícola en Jiménez depende casi por completo de la fuerza laboral jornalera temporal. De acuerdo con datos del Gobierno Federal, diariamente se movilizan entre 20 y 30 vehículos con capacidad para transportar en promedio a 12 trabajadores cada uno, lo que representa hasta 360 personas al día trasladadas hacia los ranchos y parcelas del municipio, especialmente en comunidades como Escalón, al sur de la cabecera municipal.
En esta etapa de la temporada, los jornaleros se dedican principalmente a la siembra y cosecha de cebolla y chile, dos de los cultivos que más mano de obra demandan en la región.
🔹 Jornaleros sin derechos: sin seguro, sin agua y sin protección
A pesar de su rol esencial en el ciclo agrícola, la mayoría de estos trabajadores indígenas no cuenta con seguridad social, contrato, ni prestaciones laborales básicas, como lo establece la Ley Federal del Trabajo.
Además, en pleno clima semidesértico y bajo temperaturas que fácilmente superan los 38 grados centígrados, los trabajadores enfrentan arduas jornadas sin equipo de protección ni hidratación adecuada, exponiéndose a golpes de calor, insolaciones y enfermedades relacionadas con la sobreexposición al sol.
No existen registros oficiales que indiquen que se les proporcione protección solar, asistencia médica en campo o protocolos de emergencia ante accidentes, lo cual constituye una forma sistemática de negligencia institucional y explotación laboral.
🔹 Condiciones de vivienda y trabajo indignas
La mayoría de los jornaleros se asienta de forma temporal en colonias periféricas y precarias, como la Séptima Ángel, ubicada sobre la carretera Jiménez–Camargo, así como en sectores marginados de la comunidad de Escalón, albergue municipal donde viven acinados, así como otras áreas de la ciudad. en. la mayoría de las zonas rurales, carecen de servicios básicos, drenaje, atención médica, y presentan altos niveles de hacinamiento y vulnerabilidad.
Los trabajadores perciben un ingreso promedio de 200 a 300 pesos diarios bajo el esquema de destajo, es decir, según el volumen de trabajo realizado. Este modelo de pago —sin garantías mínimas de salario fijo ni compensación por enfermedad o accidente— fomenta la explotación estructural de los trabajadores agrícolas, en su mayoría indígenas rarámuri, quienes muchas veces acuden con sus familias enteras, incluidos menores de edad.
🔹 Una producción agrícola que crece sobre cimientos frágiles
La región de Jiménez ha logrado posicionarse como uno de los polos agrícolas más relevantes del norte de México, con cultivos como chile, cebolla, alfalfa y forrajes, abasteciendo tanto a mercados nacionales como a empresas agroindustriales.
Sin embargo, este crecimiento económico se sostiene sobre una realidad de inequidad social, donde los trabajadores que hacen posible esta productividad carecen de condiciones básicas de vida, salud y dignidad laboral.
La omisión de las autoridades, tanto municipales como estatales, ha sido constante. Aunque hay reportes oficiales del flujo y presencia de jornaleros, no se han implementado políticas públicas eficaces para garantizar su bienestar, protección legal o reconocimiento formal como trabajadores con derechos.
📌 Conclusión
La producción agrícola en Jiménez florece cada año con miles de toneladas de cebolla, chile y otros cultivos. Pero detrás del brillo de las cifras y las exportaciones, hay historias de explotación, abandono y pobreza que siguen ignoradas por los gobiernos y silenciadas por el interés económico. El campo jimenense no solo cultiva alimentos: cultiva desigualdad.
Por: Gorki Rodríguez.