Fotografía: Gorki Rodríguez / HISTORIASMX.

Jornaleros sin agua, sin transporte seguro, sin inspecciones reales… y con una Secretaría del Trabajo que mira hacia otro lado.


HISTORIASMX. – En las extensas planicies agrícolas del centro-sur del estado de Chihuahua, donde el sudor y la tierra se funden bajo el sol inclemente, miles de jornaleros agrícolas sostienen con sus cuerpos el motor de exportación agroindustrial del estado. Cosechan chile, cebolla, alfalfa y nuez, sin agua suficiente, sin transporte seguro y sin ninguna medida real de protección. Y todo mientras la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) simula inspecciones, maquilla cifras y permite un sistema de explotación impune.

Una omisión con rostro institucional.

La STPS, cuya labor es garantizar la seguridad, dignidad y legalidad de las condiciones laborales en todo el país, parece disolverse como sombra en los surcos agrícolas del estado. Durante los meses de mayor actividad agrícola —de marzo a septiembre—, no se hacen visibles las brigadas de inspección, no hay verificación de transporte, ni control de los espacios mínimos para hidratación ni protección ante temperaturas extremas.

Los jornaleros lo saben: “Los de la Secretaría no vienen. Y si vienen, ya todo está preparado para que no vean nada”, asegura Esteban, jornalero mixteco que trabaja desde hace años en los campos de Delicias.

Sin agua, bajo el sol: la deshidratación como norma

Las temperaturas en esta región superan los 40 grados centígrados en temporada alta, y los trabajadores permanecen de pie hasta 12 horas continuas entre surcos, sin sombra ni estaciones de hidratación suficientes.

La Ley Federal del Trabajo, en su apartado de seguridad e higiene, exige que los empleadores proporcionen agua potable, descansos y espacios protegidos del sol. Pero en la práctica, los patrones improvisan tambos plásticos expuestos al sol y les dicen a los trabajadores: “Ahí está el agua. Si se les acaba, esperen”.

Lo que no se dice es que esas condiciones provocan mareos, desmayos, deshidratación severa e incluso golpes de calor, sin atención médica disponible en el sitio ni transporte para emergencias. Y ante este riesgo latente, la STPS guarda silencio administrativo.

Camiones ilegales y trocas retacadas: el viaje mortal hacia los huertos

Otro de los grandes pendientes invisibilizados por la simulación institucional es el transporte de jornaleros. Lejos de autobuses con cinturones de seguridad o unidades acondicionadas, cientos de trabajadores viajan diariamente en trocas particulares, camionetas sin asientos y camiones de redilas que rebasan el límite de personas permitido.

Son trayectos de hasta 200 kilómetros, desde zonas rurales o albergues precarios hacia ranchos agrícolas en Meoqui, Saucillo, Camargo, Jiménez o Delicias. En la madrugada, sin protección, sin rutas autorizadas, con choferes sin capacitación. Todo ello sin que ninguna autoridad verifique, multe o impida esta práctica generalizada.

Los accidentes vehiculares son frecuentes, aunque rara vez llegan a los titulares. El silencio institucional los borra, como si la vida del jornalero valiera menos por su origen indígena o su pobreza.

El ritual de la simulación: visitas pactadas, inspecciones avisadas

Trabajadores y activistas coinciden en que la STPS finge actuar, pero en realidad opera como cómplice silencioso de los grandes agroempresarios. Cuando llega a haber inspecciones, suelen ser avisadas con antelación. Para entonces, los campos están impecables, hay botellas de agua visibles y el transporte brilla por su legalidad… durante un solo día.

Una trabajadora de una empresa empacadora en Delicias lo explica sin rodeos:

Cuando dicen que va a venir el gobierno, los patrones sacan los termos, dan guantes y ponen una carpa. Pero al día siguiente, todo desaparece.

El sistema no es disfuncional por accidente, sino por conveniencia estructurada: la Secretaría del Trabajo simula cumplir con su función, los empresarios simulan respetar la ley y los jornaleros… simplemente sobreviven.

¿Y las sanciones? Una ilusión sin dientes

La STPS presume cada año cifras de “centenares de inspecciones realizadas” en Chihuahua, pero no publica cuántas resultaron en multas reales ni en suspensiones de actividades.

En la región centro-sur del estado, donde se concentra gran parte del trabajo agrícola, no se conoce ni un solo caso documentado de sanción ejemplar por poner en riesgo la vida de trabajadores, ni por trabajo infantil, ni por transporte ilegal.

Incluso cuando hay accidentes graves, las carpetas se archivan, las responsabilidades se diluyen, y la STPS emite declaraciones vacías sobre “revisión de protocolos” que nunca se llevan a cabo.

Conclusión: la impunidad sembrada entre surcos

El trabajo agrícola no es peligroso por naturaleza: es peligroso porque el Estado permite que lo sea. Porque la STPS, en lugar de proteger a los trabajadores, protege el modelo de explotación.

En los campos de Chihuahua se siembra chile, nuez, cebolla y alfalfa. Pero también se siembra la desprotección, el abandono y el cinismo institucional. Y mientras no haya un cambio profundo en las políticas de inspección, prevención y justicia laboral, cada jornalero seguirá jugándose la vida por un salario que apenas alcanza para sobrevivir.

Por: Gorki Belisario Rodríguez / HISTORIASMX / HYBRID.

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