Este viaje no solo fue una prueba de nuestras habilidades y resistencia, sino también una oportunidad para conectarnos con el entorno natural y apreciar la rica biodiversidad del desierto chihuahuense.
HISTORIASMX. – A medida que el sol apenas asomaba en el horizonte, Luis Medina, Óscar Marta, Gorki Rodríguez y Luis Gutiérrez ya se encontraban en la base de la majestuosa Sierra de Chupaderos, ubicada en la parte central del municipio de Jiménez, a más de mil metros sobre el nivel del mar.
Con mochilas cargadas de equipo y provisiones, el grupo estaba listo para enfrentar el desafío de escalar esta impresionante formación geológica, que ofrece no solo vistas espectaculares, sino también una biodiversidad única del desierto chihuahuense.
El Inicio de la Aventura.
La mañana era fresca y el aire estaba lleno de la fragancia terrosa del desierto. Mientras ajustaban sus mochilas y revisaban sus suministros, los cuatro escaladores no podían evitar sentirse emocionados y un poco nerviosos por lo que les esperaba.
La sierra, con sus imponentes riscos y paisajes áridos, prometía una aventura inolvidable.
Asenso Entre la Flora del Desierto.
A medida que ascendíamos, la vegetación se volvía más densa y variada. Las primeras plantas que encontramos fueron los robustos mezquites (Prosopis glandulosa), cuyas espinosas ramas y pequeñas hojas verdes proporcionaban un poco de sombra. Estas plantas son fundamentales en el ecosistema del desierto, proporcionando alimento y refugio para diversas especies.
Más adelante, nos topamos con el sotol (Dasylirion wheeleri), una planta emblemática del desierto chihuahuense. Con sus largas hojas en forma de espina y su imponente estructura, el sotol es conocido por su resistencia y por ser utilizado en la producción de una bebida alcohólica tradicional.
A medida que la pendiente se volvía más pronunciada, vimos numerosas lechuguillas (Agave lechuguilla), con sus hojas afiladas y su disposición en roseta. Esta planta no solo es un símbolo del desierto, sino que también tiene un papel importante en la economía local, utilizada en la producción de fibras.
La ocotillo (Fouquieria splendens) también hacía acto de presencia, con sus largos y delgados tallos cubiertos de espinas y pequeñas hojas. Esta planta, a menudo comparada con un candelabro, añade un toque de excentricidad al paisaje desértico con sus flores rojas en primavera.
Finalmente, encontramos varias yucas (Yucca elata), con sus hojas rígidas y puntiagudas. La yuca es otra planta vital del desierto, utilizada por las comunidades indígenas para fabricar cuerdas y otros utensilios.
Encuentros con la Fauna.
El ascenso también nos brindó la oportunidad de observar algunas de las fascinantes especies animales que habitan en esta región. No tardamos en avistar a un correcaminos (Geococcyx californianus), que se movía con rapidez entre los arbustos, su característica cresta y su agilidad lo hacían inconfundible.
En una roca cercana, una iguana del desierto (Dipsosaurus dorsalis) tomaba el sol, su piel escamosa reflejando el calor de los primeros rayos del día. Estos reptiles son expertos en sobrevivir en condiciones extremas, aprovechando el calor para regular su temperatura corporal.
Mientras tomábamos un descanso bajo la sombra de un mezquite, un zorro del desierto (Vulpes macrotis) nos observaba desde la distancia. Con su pelaje dorado y sus orejas grandes, este pequeño zorro es un maestro de la caza en el desierto, adaptado perfectamente a su entorno.
El canto melodioso de un mirlán azul (Sialia mexicana) resonaba en el aire, añadiendo un toque de serenidad a nuestro viaje. Este ave, con su plumaje vibrante, es un recordatorio de la vida que prospera incluso en los lugares más áridos.
Finalmente, durante nuestra última pausa antes de alcanzar la cumbre, vimos un jabalí de collar (Pecari tajacu), que se movía con cautela entre los arbustos. Estos animales son conocidos por su adaptabilidad y su capacidad para encontrar alimento en el duro entorno del desierto.
La Cumbre y la Vista.
Tras varias horas de ascenso, finalmente alcanzamos la cumbre de la Sierra de Chupaderos. Desde allí, la vista era simplemente espectacular. El vasto desierto chihuahuense se extendía hasta donde alcanzaba la vista, con sus paisajes ondulantes y su flora y fauna únicas.
Sentados en la cumbre, compartimos una mezcla de agotamiento y satisfacción. Habíamos conquistado no solo una montaña, sino también una pequeña parte del vasto y misterioso desierto de Chihuahua. La Sierra de Chupaderos nos había mostrado su dureza y su belleza, recordándonos la resistencia y la majestuosidad de la naturaleza.
Este viaje no solo fue una prueba de nuestras habilidades y resistencia, sino también una oportunidad para conectarnos con el entorno natural y apreciar la rica biodiversidad del desierto chihuahuense. Con el corazón lleno de gratitud y los espíritus elevados, comenzamos nuestro descenso, ya pensando en nuestra próxima aventura.
Por: Gorki Rodríguez.