Lo que debió ser un ejercicio innovador, participativo y orientado a renovar uno de los poderes más opacos del Estado mexicano, se ha convertido en un circo político con las mismas prácticas de siempre.
HISTORIASMX. – El próximo 1 de junio de 2025, México celebrará un hecho inédito en su historia reciente: las elecciones judiciales, formalmente conocidas como Proceso Electoral Federal Extraordinario 2024-2025, organizadas por el Instituto Nacional Electoral (INE). Una supuesta oportunidad de oro para fortalecer la democracia y acercar el poder judicial a la ciudadanía, pero que en los hechos ha dejado mucho que desear.
Lo que debió ser un ejercicio innovador, participativo y orientado a renovar uno de los poderes más opacos del Estado mexicano, se ha convertido en un circo político con las mismas prácticas de siempre. Lo que vemos no es un proceso de dignificación de la justicia, sino una elección empañada por el clientelismo, la confusión ciudadana y las promesas vacías.
Estrategias caducas para una elección inédita
Uno de los aspectos más preocupantes ha sido la forma en que los candidatos —sí, ahora tenemos candidatos a cargos judiciales— han replicado mecánicamente las estrategias de los políticos tradicionales: espectaculares, jingles de mal gusto, mítines vacíos de contenido y hasta propuestas de campaña que más bien parecen populismo legislativo. ¿Desde cuándo los jueces hacen promesas como si fueran alcaldes en campaña?
Esta politización burda de la justicia no solo degrada el proceso, sino que reduce aún más la credibilidad del poder judicial, una de las instituciones más cuestionadas y menos transparentes del país. La ciudadanía esperaba un debate serio sobre la independencia judicial, la rendición de cuentas, los criterios para impartir justicia. Lo que hemos recibido, en cambio, es un desfile de discursos huecos, compromisos imposibles y la eterna promesa de que ahora sí, todo cambiará.
Una elección compleja, confusa y excluyente
Por si fuera poco, la mecánica de votación es confusa para buena parte de la población. La mayoría no tiene claro cómo votar, por qué se eligen jueces, qué funciones tendrán ni cómo afectará eso su vida cotidiana. Hay un déficit brutal de educación cívica en torno a este proceso, lo que pone en duda su legitimidad de origen.
¿De qué sirve elegir si no entendemos lo que elegimos? ¿Cómo garantizar el voto informado en una elección judicial sin precedentes, cuando ni siquiera hay claridad en las boletas, ni en los perfiles, ni en los mensajes institucionales?
El resultado será, inevitablemente, una elección dominada por el voto clientelar, el acarreo, las prácticas coercitivas y, por supuesto, la compra de votos. El mismo viejo manual del PRIismo de los años 80, solo que ahora en versión «democracia judicial».
Prometen el cielo… para dar la espalda después
Y como en cada elección, los candidatos bajan el cielo, las estrellas y hasta Marte si es necesario. Se comprometen a ser independientes, cercanos al pueblo, incorruptibles. Pero no hay que olvidar que quien llega al poder por la vía de la simulación, no tiene incentivos para cambiar el sistema que lo colocó ahí.
Es ingenuo pensar que quienes están apostando millones en campañas judiciales lo hacen por vocación de justicia. Lo hacen porque saben que un cargo en el poder judicial representa poder, influencia, control de sentencias y privilegios, no servicio público.
Una vez en el cargo, volverán la espalda al pueblo, como ha sucedido una y otra vez. Porque este no es un proceso para empoderar a la ciudadanía, sino para reciclar a los operadores políticos dentro de una estructura que debería estar blindada de intereses partidistas.
Conclusión: una oportunidad desperdiciada
Las elecciones judiciales de 2025 pudieron ser un parteaguas histórico para México. Pero, tal como van las cosas, parecen ser solo una nueva farsa electoral con rostro de innovación, una simulación disfrazada de avance democrático.
Mientras no haya una transformación profunda de las prácticas políticas, del acceso a la información, de la educación cívica y del compromiso ético de quienes aspiran a cargos públicos, seguirán ganando los mismos de siempre, con las mismas promesas, y con los mismos resultados: nada.
Por: Gorki Rodríguez.