Fotografía: Gorki Rodríguez / HISTORIASMX.

Con el avance de la sequía, las comunidades han solicitado apoyo, pero las promesas de los gobiernos se han quedado en palabras. Durante las campañas, se aseguraron apoyos para enfrentar la sequía, perforación de pozos y recursos para mejorar el sistema de riego.

HISTORIASMX. – Los árboles de nogal, mutilados y en agonía, se extienden sobre una superficie de 700 hectáreas en Jiménez, una de las principales regiones productoras de nuez en el estado de Chihuahua. Este año, la producción caerá un 40% en comparación con el año pasado, y los troncos cortados en espera de un milagro de agua son el testimonio de una sequía que azota con fuerza.

Ejidatarios como Eduardo Marín no tuvieron más remedio que podar sus árboles hasta casi la base, esperando que los troncos puedan reverdecer algún día con el escaso riego de goteo. Sin embargo, la promesa de renacimiento es incierta, y la tierra de lugares como San Felipe, San Luis y Zaragoza comienza a lucir como un paisaje apocalíptico. Algunos productores, buscando una alternativa desesperada, han decidido trasplantar sus nogales al municipio vecino de Coronado, donde el agua es más abundante. En un contexto donde la región aporta el 60% de la producción nacional de nuez, todos buscan una solución para mantener a flote el cultivo, aunque cada día parece más difícil.

San Felipe: un valle al borde del colapso.
En San Felipe, el deterioro es evidente: más de 152 hectáreas de nogaleras que en años pasados florecían, hoy son sombras de lo que alguna vez fueron. “Hace tres años que la situación empeoró. Antes era un valle que producía para que todos comieran, ahora es un campo desolado”, comenta Eduardo Marín mientras observa sus árboles mutilados. Sin agua suficiente, este pequeño ejido de Jiménez está al borde del colapso.

A lo lejos, los esqueletos de los nogales forman un horizonte uniforme de desolación. Eduardo cuenta que hace veinte años enfrentaron una sequía similar, pero nunca tan devastadora como la actual. “Antes, el ‘Ojo de Atotonilco’ llenaba los canales y riachuelos de la zona, y los árboles crecían fuertes. Pero ahora el ‘Ojo’ se secó y con él, las esperanzas de cientos de familias.”

Las promesas de ayuda que nunca llegaron.
Con el avance de la sequía, las comunidades han solicitado apoyo, pero las promesas de los gobiernos se han quedado en palabras. Durante las campañas, se aseguraron apoyos para enfrentar la sequía, perforación de pozos y recursos para mejorar el sistema de riego. “Hicimos todas las solicitudes que nos pidieron, entregamos la documentación, pero hasta ahora solo recibimos promesas vacías”, dice Eduardo con resignación. La ausencia de programas efectivos de apoyo agrava aún más la situación de los ejidatarios de San Felipe y de comunidades vecinas que dependen del agua para sus cultivos y ganado.

El éxodo de nogales y la lucha de pequeños productores.
La desesperanza ha llevado a grandes productores a comprar terrenos en Coronado, un municipio con mayor disponibilidad de agua. Los nogales, en un acto desesperado, también emigran buscando su salvación. La situación ha creado tensiones, ya que las pequeñas comunidades no pueden competir con los grandes productores que acaparan los recursos hídricos de la región, dejando a los ejidos con concesiones insuficientes para sus necesidades.

Los ejidatarios, cada vez más desesperados, han comenzado a explorar otras alternativas, incluyendo la perforación de pozos en busca de agua subterránea. Sin embargo, el acceso a estos recursos es cada vez más complejo y costoso, y no es suficiente para mantener en pie los cultivos de nogales en toda la región. “Cada vez que excavamos, el agua parece alejarse más, como si la propia tierra se negara a darnos lo poco que le queda”, comenta Eduardo.

Un futuro incierto.
En medio de este panorama, la comunidad de San Felipe sigue resistiendo, aferrándose a la esperanza de que las lluvias lleguen y revivan los campos de nogales. Pero la realidad es cruel: la tierra está exhausta, los nogales mutilados y el futuro es incierto. Los días transcurren en una espera silenciosa, mientras los ejidatarios de Jiménez se enfrentan a la posibilidad de abandonar sus tierras, buscando una nueva vida lejos de lo que alguna vez fue un próspero valle.

Para muchos como Eduardo, la decisión de emigrar se vuelve inevitable, aunque complicada. “Tendré que irme de nuevo si esto no cambia”, menciona con tristeza. Y así, San Felipe y toda la región nogalera de Jiménez enfrentan una lucha por sobrevivir en un desierto donde la esperanza parece desvanecerse al ritmo de la sequía.

Por historias