Fotografía: Archivo.

Antonio Montes Enríquez, un hombre comprometido con la defensa del medio ambiente y los derechos de los pueblos indígenas, se había opuesto desde hace años a la construcción del aeropuerto en la zona de Creel, un proyecto que, en palabras de los activistas, no fue consultado con la población y que afectaba directamente a los territorios ancestrales de las comunidades tarahumaras.

Por: Gorki Belisario Rodríguez Ávila

HISTORIASMX. – En la Sierra Tarahumara, la tierra que se erige como uno de los pulmones más vitales del norte de México, el 6 de junio de 2020, el eco de la injusticia resonó con fuerza. Antonio Montes Enríquez, un líder indígena de la comunidad de Bosques de San Elías Repechique, fue encontrado sin vida cerca de Creel, un pueblo que, a pesar de su belleza, se ha visto marcado por la constante lucha de sus habitantes para defender sus tierras ancestrales frente a los intereses políticos y económicos. Montes, con 43 años de vida, había dedicado su existencia a proteger su comunidad y el ecosistema que la rodea. Sin embargo, el precio que pagó por su lucha fue la muerte.

El Contexto de la Muerte de Antonio Montes Enríquez

Antonio Montes Enríquez, un hombre comprometido con la defensa del medio ambiente y los derechos de los pueblos indígenas, se había opuesto desde hace años a la construcción del aeropuerto en la zona de Creel, un proyecto que, en palabras de los activistas, no fue consultado con la población y que afectaba directamente a los territorios ancestrales de las comunidades tarahumaras. La obra, promovida por el gobierno de César Duarte y continuada bajo la administración de Javier Corral, era presentada como una fuente de desarrollo turístico. Sin embargo, para los pueblos originarios, significaba el despojo de tierras, la destrucción de sus ecosistemas y la posible explotación desmedida de recursos en su territorio.

A pesar de los múltiples obstáculos, el liderazgo de Montes Enríquez en la defensa de su comunidad fue fundamental para que en 2014 se ganara un litigio federal que obligaba al gobierno de Chihuahua a indemnizar a las comunidades afectadas. No obstante, la promesa de indemnización a través de un fideicomiso de 65 millones de pesos fue malversada y bloqueada por una serie de trabas legales. Esta injusticia generó un creciente malestar en las comunidades, que vieron cómo sus demandas eran sistemáticamente ignoradas por el gobierno.

Montes Enríquez, a la cabeza de las protestas, fue baleado en varias ocasiones a lo largo de los años, y en 2020, su casa fue incendiada. La violencia contra él y su comunidad era una clara muestra de que los intereses económicos estaban dispuestos a todo para hacer prevalecer su proyecto.

El 6 de junio de 2020, tras años de resistencia, el líder indígena fue asesinado. Las circunstancias exactas de su muerte siguen sin esclarecerse por completo, pero su activismo en defensa del territorio indígena lo había convertido en un blanco constante de amenazas y agresiones. Aunque no se ha confirmado que su muerte esté directamente vinculada a su lucha, organizaciones civiles y medios locales han insistido en que se investigue como un crimen de Estado, dado el contexto de su activismo y las amenazas que había recibido.

Un Asesinato Impune en un Estado de Violencia Ambiental

El asesinato de Antonio Montes no es un caso aislado. En su momento, con la muerte de Antonio, ya suman 20 ambientalistas asesinados en el sexenio del ex presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y la violencia contra defensores del medio ambiente ha alcanzado niveles alarmantes. El 6 de junio de 2020, cinco ambientalistas fueron asesinados durante la cuarentena, lo que refleja la grave crisis de impunidad que se vive en el país.

A 5 años de su muerte, la situación en la Sierra Tarahumara no ha mejorado. Los incendios forestales siguen siendo una amenaza constante, y en el municipio de Bocoyna, donde Montes Enríquez vivió y luchó, se han registrado ya incendios forestales en lo que va del 2025, devastando más de 21 mil 665 hectáreas de bosques en la suma total de incendios de bosques en el estado. Este tipo de incendios no solo destruyen el hábitat de especies endémicas, sino que también afectan gravemente a las comunidades que dependen del bosque para su sustento y supervivencia.

El cambio climático ha incrementado la frecuencia e intensidad de estos incendios, pero las autoridades siguen sin responder de manera efectiva. Los brigadistas, que enfrentan condiciones extremas para controlar los incendios, carecen de los recursos necesarios para hacer frente a esta crisis. Mientras tanto, el gobierno de Chihuahua siguió impulsando proyectos como el aeropuerto de Creel, que Montes Enríquez se empeñó en frenar, sin importar el costo para las comunidades locales.

El aeropuerto de Creel, que siguió adelante a pesar de la oposición de la comunidad, es un claro ejemplo de cómo los intereses de grandes corporaciones y gobiernos han prevalecido sobre las demandas legítimas de los pueblos originarios. Javier Corral y AMLO en su momento continuaron con la construcción, asegurando que el aeropuerto traerá beneficios económicos a la región, pero ignorando el daño irreversible que causa a los ecosistemas y las comunidades que viven allí.

Una Sierra en Llamas y una Larga Larga Llama de Impunidad

Hoy, las tierras de la Sierra Tarahumara siguen siendo devoradas por el fuego y el despojo. La lucha de Antonio Montes Enríquez, y de tantas otras personas que defienden lo que es suyo, sigue siendo una herida abierta en México. Aunque su muerte no haya sido la última, su sacrificio es un recordatorio de los enfrentamientos violentos a los que se enfrentan quienes luchan por proteger el medio ambiente y los derechos de las comunidades indígenas.

El aeropuerto de Creel sigue siendo una amenaza para la sierra, y mientras los incendios continúan arrasando con el bosque, las autoridades locales y federales siguen sin ofrecer respuestas adecuadas. El sacrificio de Montes Enríquez y otros defensores del medio ambiente no debe ser en vano. La memoria de su lucha sigue viva en la Sierra Tarahumara, y es momento de que la sociedad y el gobierno se comprometan a proteger lo que aún queda de esta región tan vital para México.

Hoy, la Sierra Tarahumara arde no solo en los incendios, sino también en el corazón de aquellos que luchan por su supervivencia. El asesinato de Antonio Montes y la impunidad que lo rodea siguen siendo una llamada urgente a la acción para evitar que más vidas se pierdan en la lucha por lo que es justo.

La memoria de Antonio Montes Enríquez sigue ardiendo como la llama de la resistencia en un territorio marcado por el abandono, la violencia y la indiferencia. Mientras tanto, la Sierra Tarahumara sigue siendo uno de los últimos refugios de la naturaleza que nos queda, y depende de nosotros que su legado no se pierda en el olvido.

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