Peor aún, en demasiados municipios, las policías siguen funcionando como aparatos de extorsión antes que como cuerpos de prevención y protección.
HISTORIASMX. – En teoría, los municipios de nuestro país pueden integrar a sus corporaciones de policía municipal no sólo a perros entrenados, sino también —por absurdo que suene— a caballos, tigres o hasta elefantes, si así lo desearan. Pero de poco o nada serviría la presencia de estos animales, si no se resuelve de fondo el verdadero problema que arrastra la policía local: la falta de profesionalización, la corrupción interna y el favoritismo descarado.
Integrar perros policía suena bien en los comunicados oficiales. Los caballos patrullando calles o plazas públicas dan buena imagen en redes sociales. Incluso la mera mención de animales exóticos genera un morbo que algunos gobiernos locales saben capitalizar. Sin embargo, todo esto es mera fachada si no existe una carrera policial estandarizada, controles de confianza verdaderamente estrictos y, sobre todo, una ruptura real con las prácticas de favoritismo y extorsión que todavía persisten en muchos cuerpos municipales.
Hoy en día, se eligen comandantes más por afinidades políticas o compromisos personales que por su capacidad técnica o ética. Se premia al amigo, al leal, no al competente. Mientras tanto, muchos oficiales sin formación adecuada ni vocación son enviados a las calles con un arma y una placa, sin preparación para enfrentar la complejidad social ni los dilemas éticos del trabajo policial.
Peor aún, en demasiados municipios, las policías siguen funcionando como aparatos de extorsión antes que como cuerpos de prevención y protección. Conductores, comerciantes, migrantes y ciudadanos en general son blancos fáciles para oficiales que ven en su uniforme una licencia para “recaudar”. Ante este panorama, ¿de qué sirve que se implementen perros detectores de drogas, si quienes los manejan pueden ser comprados o desviados con facilidad?
Otro vicio que poco se menciona es la relación cómoda y turbia entre comandantes y ciertos medios de comunicación locales, a los que favorecen con exclusivas o información a modo, mientras castigan o bloquean a la prensa crítica. El control de la narrativa se vuelve más importante que el control de la delincuencia.
Si no se rompe con estas prácticas:
- Si no se exige que todos los agentes cursen una carrera policial homologada y certificada;
- Si no se someten a controles de confianza serios, periódicos e imparciales;
- Si no se erradica la cultura del favoritismo y la corrupción interna;
- Entonces, llenar de perros, caballos o cualquier otro símbolo la policía municipal será una estrategia tan inútil como costosa.
La seguridad no se construye con espectáculos ni con campañas de relaciones públicas. Se construye con profesionales honestos, capacitados y comprometidos, no con elefantes desfilando por la plaza principal.
Hasta que no entendamos eso, cualquier intento de “modernización” en las policías municipales no será más que otra cortina de humo para ocultar una triste y peligrosa realidad.
Por: Gorki Rodríguez.