Fotografía: Archivo.

La leyenda de Pablo Acosta Villarreal es un recordatorio de la complejidad y el impacto de las redes de narcotráfico en México y en la cultura global, dejando una huella duradera en la historia del crimen organizado.

HISTORIASMX. – En los años 80, la pequeña ciudad de Ojinaga, Chihuahua, se convirtió en el epicentro de uno de los imperios del narcotráfico más notorios de México, gracias a Pablo Acosta Villarreal, conocido en el mundo del crimen como «El Zorro de Ojinaga». Este hombre, cuyas actividades dejaron una marca indeleble en la historia del tráfico de drogas, controló un vasto territorio de aproximadamente 300 kilómetros a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos.

Un Imperio de Drogas.

En el apogeo de su carrera, Acosta Villarreal manejó el tráfico de hasta 60 toneladas de cocaína al año, además de cantidades significativas de marihuana y heroína. Su red de operaciones no solo incluía el tráfico de estas drogas a nivel local, sino también el suministro para cárteles colombianos, quienes confiaban en Acosta para asegurar la entrada de sus productos en los Estados Unidos.

Utilizando la pequeña ciudad de Ojinaga como su base principal, Acosta logró construir un imperio formidable, protegido por policías federales, estatales y miembros del Ejército Mexicano. Gracias a esta red de protección, era capaz de garantizar el transporte seguro de hasta 5 toneladas de cocaína cada mes. Esta droga, en ocasiones, aterrizaba en el aeropuerto municipal de Ojinaga o en pistas de aterrizaje en ranchos cercanos a lo largo del Río Bravo.

El Lavado de Dinero y la Expansión del Negocio.

La influencia de Acosta Villarreal no se limitó al tráfico de drogas. Para blanquear el dinero obtenido de sus operaciones ilegales, Acosta invirtió en cadenas de restaurantes y hoteles de lujo. Su negocio creció exponencialmente cuando empezó a involucrarse en el tráfico de cocaína, estableciendo conexiones cruciales con narcotraficantes colombianos que buscaban utilizar sus rutas de contrabando.

El Declive y la Muerte.

La vida de Pablo Acosta Villarreal llegó a su fin en abril de 1987, en una redada transfronteriza en el pueblo de Santa Elena, Chihuahua. Durante esta operación, que contó con la participación de helicópteros de la Policía Federal Mexicana y asistencia del FBI, Acosta fue abatido. Su muerte marcó el final de una era, pero la violencia no cesó allí. Rafael Aguilar Guajardo, quien tomó el control tras la muerte de Acosta, también fue asesinado, y finalmente Amado Carrillo Fuentes, conocido como el ‘Señor de los Cielos’, se hizo con el control de la organización.

Legado y Cultura Popular.

El impacto de Pablo Acosta Villarreal trasciende el ámbito del crimen organizado. Su vida ha sido objeto de numerosos relatos en la cultura popular. Es mencionado en el narcocorrido «El Zorro de Ojinaga» de Los Tigres del Norte, escrito por Paulino Vargas, que narra sus hazañas. También aparece en la novela «No es país para viejos» de Cormac McCarthy, y es interpretado por el actor Gerardo Taracena en la serie de Netflix Narcos: México.

La leyenda de Pablo Acosta Villarreal es un recordatorio de la complejidad y el impacto de las redes de narcotráfico en México y en la cultura global, dejando una huella duradera en la historia del crimen organizado.

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