Una de las especies más afectadas por la llegada masiva de visitantes es la tortuga del Bolsón (Gopherus flavomarginatus), un reptil endémico de esta zona, declarado en peligro de extinción por la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010.
HISTORIASMX. – Ubicada en el corazón del Desierto Chihuahuense, la llamada Zona del Silencio es una región enigmática y rica en biodiversidad que se extiende entre los estados de Durango, Chihuahua y Coahuila.

Su misticismo ha atraído a miles de turistas, fascinados por los relatos sobre anomalías magnéticas, avistamientos de luces extrañas y la peculiar falta de señal de radio en ciertos puntos. Sin embargo, este creciente interés ha traído consigo un turismo desorganizado que está poniendo en grave peligro a las especies endémicas, los delicados ecosistemas del desierto y la integridad de la Reserva de la Biosfera de Mapimí.
El turismo y sus efectos en la fauna endémica
Una de las especies más afectadas por la llegada masiva de visitantes es la tortuga del Bolsón (Gopherus flavomarginatus), un reptil endémico de esta zona, declarado en peligro de extinción por la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010. Esta especie es altamente vulnerable debido a su lento metabolismo y su baja tasa de reproducción. La presencia humana interfiere con sus hábitos naturales, ya que el ruido, el tránsito de vehículos todoterreno y la alteración del suelo afectan sus nidos y zonas de alimentación.

Además de la tortuga del Bolsón, otros animales como el berrendo (Antilocapra americana peninsularis), el lobo gris mexicano (Canis lupus baileyi), y el águila real (Aquila chrysaetos) también enfrentan amenazas debido al turismo irresponsable. La fragmentación de su hábitat, la generación de basura y el ruido humano alteran su comportamiento y ponen en riesgo su supervivencia.
Impacto en la flora y los suelos del desierto
La vegetación del Desierto Chihuahuense es sumamente frágil, con especies adaptadas a la aridez extrema, como el sotol (Dasylirion spp.), la candelilla (Euphorbia antisyphilitica) y diversas especies de cactáceas que tardan décadas en alcanzar la madurez. El paso de turistas que no respetan los senderos, así como la actividad de vehículos todo terreno, destruye plantas que podrían tardar siglos en recuperarse.
Además, la compactación del suelo impide la filtración de agua, lo que provoca erosión y desertificación acelerada. En los últimos años, se ha registrado un aumento en la presencia de residuos plásticos, envases de alimentos y restos de fogatas, contaminando un ecosistema que naturalmente se renueva de manera muy lenta.
Contaminación y alteración del ecosistema
Uno de los problemas más graves del turismo en la Zona del Silencio es la generación de residuos y la contaminación ambiental. Muchos visitantes no cuentan con una guía adecuada ni siguen normas de conservación, lo que resulta en la acumulación de basura y la introducción de especies exóticas en la región. Además, la extracción ilegal de piedras, fósiles y plantas ha aumentado con el auge del turismo, amenazando aún más el equilibrio ecológico del área.

El uso de vehículos motorizados fuera de los caminos establecidos no solo impacta la flora y fauna, sino que también contribuye a la contaminación del aire y del suelo. Asimismo, la quema de leña para fogatas altera el balance natural de nutrientes del suelo y representa un riesgo de incendios forestales.
Falta de regulación y soluciones urgentes
Actualmente, la falta de una regulación estricta y de un turismo sustentable está exacerbando estos problemas. A pesar de que la Reserva de la Biosfera de Mapimí cuenta con protección federal, las autoridades han sido incapaces de controlar la llegada de visitantes y la proliferación de operadores turísticos que no cumplen con protocolos ecológicos.
Para mitigar los daños es necesario:
- Implementar programas de turismo ecológico con guías certificados que eduquen a los visitantes sobre la importancia de conservar el ecosistema.
- Establecer zonas restringidas donde la fauna y flora endémica pueda recuperarse sin la interferencia humana.
- Aplicar sanciones a quienes dañen el ecosistema, incluyendo multas para quienes dejen basura, extraigan especies o usen vehículos en áreas prohibidas.
- Crear campañas de concienciación ambiental dirigidas a turistas y operadores de turismo.
- Aumentar la vigilancia dentro de la zona para prevenir la explotación ilegal de los recursos naturales.
Conclusión
Si bien el turismo en la Zona del Silencio ha traído beneficios económicos a las comunidades cercanas, su falta de regulación está poniendo en peligro el equilibrio ecológico de uno de los ecosistemas más frágiles de México. La conservación de la tortuga del Bolsón, del suelo y la vegetación del desierto, así como de otras especies en peligro, debe ser una prioridad. Sin una intervención adecuada, la Zona del Silencio corre el riesgo de perder su biodiversidad y convertirse en un destino degradado e irrecuperable. Es momento de tomar medidas para que esta área icónica siga siendo un refugio natural y no un ejemplo más de destrucción ambiental causada por el turismo irresponsable.