Nuestro recorrido entre las Sierras Barraza y Chupaderos en una tarde lluviosa fue una aventura inolvidable, llena de descubrimientos sobre la flora y fauna del desierto chihuahuense.
Jiménez, Chihuahua – En el corazón del municipio de Jiménez, las Sierras Barraza y Chupaderos se alzan como dos gigantes guardianes del desierto chihuahuense.
Estas formaciones montañosas, con alturas que superan los 1,000 metros sobre el nivel del mar, son un refugio para una increíble diversidad de flora y fauna adaptada a las condiciones extremas del desierto. En una tarde lluviosa, emprendimos un recorrido entre estas sierras, explorando la riqueza natural que albergan.
La Flora del Desierto Chihuahuense.
A medida que avanzamos entre las sierras, la vegetación del desierto nos revela sus secretos. Una de las plantas más destacadas que encontramos es el orégano (Lippia graveolens). Este arbusto aromático, de hojas pequeñas y fragantes, es un componente esencial de la cocina mexicana. Crece en suelos rocosos y secos, aprovechando cada gota de lluvia para florecer. Su resistencia y adaptabilidad lo convierten en una joya del desierto chihuahuense.
Junto al orégano, descubrimos la gobernadora (Larrea tridentata), una planta longeva que puede vivir hasta 100 años. Sus hojas resinosas exudan un aroma distintivo después de la lluvia, y sus propiedades medicinales son ampliamente utilizadas por las comunidades locales para tratar dolores y heridas. La gobernadora es un símbolo de resistencia y longevidad en el desierto.
El sotol (Dasylirion wheeleri) se presenta como una planta suculenta de hojas largas y dentadas que forman una roseta. Utilizado para fabricar una bebida alcohólica tradicional, el sotol también proporciona refugio y alimento a numerosas especies de fauna local. Su presencia es fundamental tanto ecológica como culturalmente.
La yuca (Yucca elata), con sus espigas altas y racimos de flores blancas, es otro habitante destacado de estas sierras. No solo es un símbolo del desierto, sino que también tiene múltiples usos, desde la obtención de fibras para textiles hasta la fabricación de jabones y medicinas. Su adaptabilidad y resistencia son testimonio de la vida en el desierto.
Finalmente, el nopal (Opuntia spp.), conocido por sus características palas y frutos comestibles llamados tunas, se presenta como una fuente vital de alimento y agua para la fauna local. Este cactus es altamente valorado por sus propiedades nutricionales y medicinales, y su capacidad para prosperar en condiciones extremas lo convierte en un verdadero emblema del desierto.
La Fauna del Desierto Chihuahuense.
Las Sierras Barraza y Chupaderos no solo albergan una rica flora, sino también una variada fauna adaptada a las duras condiciones del desierto. Entre las especies más emblemáticas se encuentra el coyote (Canis latrans). Este astuto depredador se adapta fácilmente a diferentes hábitats y es conocido por su aullido característico que resuena en la noche desértica.
El correcaminos (Geococcyx californianus) es otro habitante distintivo. Este ave, famosa por su velocidad y resistencia, se desplaza rápidamente entre los arbustos en busca de presas como insectos y pequeños reptiles. Su habilidad para sobrevivir en un entorno tan inhóspito es impresionante.
El lagarto cornudo (Phrynosoma cornutum) es una maravilla evolutiva con su apariencia robusta y sus espinas defensivas. Este pequeño reptil se camufla perfectamente con el suelo arenoso y es experto en sobrevivir con poca agua, obteniendo la mayoría de su hidratación de los alimentos que consume.
El búho cornudo (Bubo virginianus), con sus grandes ojos amarillos y penachos de plumas en la cabeza, es un depredador nocturno que caza pequeños mamíferos y aves. Su vuelo silencioso y su visión aguda lo convierten en un cazador formidable en las noches del desierto.
Finalmente, encontramos la liebre de cola negra (Lepus californicus), una criatura ágil y veloz que se mueve rápidamente entre la vegetación escasa. Sus largas patas y orejas le permiten mantenerse alerta y escapar de los depredadores con gran habilidad.
La Tormenta Torrencial.
La tarde lluviosa añadió un toque de drama a nuestra exploración. El cielo se oscureció repentinamente y una fuerte lluvia comenzó a caer, empapando el suelo seco del desierto.
Las plantas parecieron cobrar vida, absorbiendo la tan esperada agua, mientras los arroyos secos comenzaron a llenarse rápidamente. El sonido de la lluvia golpeando las rocas y el suelo creó una sinfonía natural que nos recordó la fuerza y la belleza de la naturaleza.
Geografía y Altura.
Las Sierras Barraza y Chupaderos, con sus cumbres elevándose por encima de los 1,000 metros, son formaciones geográficas impresionantes que actúan como barreras naturales y corredores ecológicos. Estas sierras se encuentran en el extremo sur del municipio de Jiménez, marcando el límite del desierto chihuahuense y ofreciendo un refugio para una amplia diversidad de vida. La combinación de su altitud y su posición geográfica crea microclimas únicos que favorecen la biodiversidad.
Nuestro recorrido entre las Sierras Barraza y Chupaderos en una tarde lluviosa fue una aventura inolvidable, llena de descubrimientos sobre la flora y fauna del desierto chihuahuense.
Desde la resistencia del orégano y la gobernadora hasta la agilidad del coyote y el correcaminos, cada encuentro nos ofreció una visión única de la vida en uno de los entornos más extremos del planeta. La fuerza de la naturaleza, destacada por la tormenta torrencial, nos dejó con un profundo respeto por este increíble ecosistema.
Por: Gorki Rodríguez.