El asesinato de los sacerdotes jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos sigue siendo una herida abierta en la Sierra Tarahumara. Sus vidas, su legado y el dolor de una región olvidada se enfrentan a la impunidad y la ausencia del Estado.
HISTORIASMX. – El 20 de junio de 2022, la sangre de dos sacerdotes misioneros fue derramada al pie del altar de la parroquia de San Francisco Javier, en Cerocahui, Chihuahua. Con ellos, también fue asesinado Pedro Eliodoro Palma, guía turístico de la región. Tres años después, la justicia sigue sin llegar, la violencia no cesa y el recuerdo de “Gallo” y “Morita” —como la comunidad los llamaba— permanece como símbolo de fe, entrega y resistencia.
🚨 Un crimen en la casa de Dios
El asesinato de Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales conmocionó al país no sólo por la brutalidad del acto, sino por el lugar en que ocurrió: el interior de una iglesia, en un poblado donde la violencia del narco es constante y el Estado apenas se asoma. Tras el crimen, los cuerpos fueron retirados por los agresores y permanecieron desaparecidos durante dos días, hasta que fueron encontrados en la comunidad de Pitorreal, a cinco kilómetros del templo.
“La justicia no se hace con balazos”, expresó el sacerdote Javier Ávila, quien ha documentado durante décadas la violencia en la Sierra Tarahumara.
🕊️ Diálogos por la Paz: el legado vivo
De esta tragedia nació una semilla de esperanza: el proyecto Diálogos por la Paz, impulsado por la Compañía de Jesús en alianza con la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos y Religiosas de México y otras organizaciones católicas.
Según el padre Ávila, Diálogos por la Paz ya tiene presencia en casi todos los estados del país y busca generar reconciliación social, justicia restaurativa y participación comunitaria. Pero incluso este esfuerzo ha chocado con la falta de resultados tangibles:
“La violencia está igual. No le veo mucha diferencia. El programa Centinela no ha funcionado, no los pescan”, afirmó con dolor el sacerdote.
🧑🌾 “Nos preocupa que los jesuitas se vayan”
El presbítero Héctor Fernando Martínez, vicario de la Diócesis de la Tarahumara, teme que la constante inseguridad provoque el retiro definitivo de la Compañía de Jesús de la región:
“Su obra existencial es muy importante. Aquí han dejado su vida. Y nos duele, porque los queremos”.
Recordó que los padres Javier y Joaquín siguen vivos en la memoria colectiva no por su trágica muerte, sino por su servicio humilde, su cercanía con las comunidades, su generosidad sin límites.
🔥 El gobierno rebasado y la impunidad como norma
El también sacerdote y defensor de derechos humanos Camilo Daniel Pérez fue contundente: “El gobierno está rebasado”. Denunció que la impunidad es el principal motor de la violencia, con cifras alarmantes:
“Solo entre el 2% y el 3% de los crímenes tienen alguna pista. El resto queda impune, y eso se debe a la corrupción”.
El padre Camilo considera que no ha habido avances reales, y que el Estado ni siquiera reconoce la magnitud de la crisis:
“No se acepta la gravedad de la inseguridad. Se actúa después de las tragedias, no se previene”.
🌱 Vínculos Para la Vida: sanar la Sierra desde dentro
A pesar del contexto adverso, la esperanza brota. Desde la Diócesis de Guachochi, el padre Enrique Urzúa encabeza el programa Vínculos Para la Vida, nacido de Diálogos por la Paz, con el objetivo de reconstruir el tejido social desde las comunidades más golpeadas por la violencia.
“No estamos esperando que el gobierno lo resuelva todo. La comunidad también tiene que hacer su parte”.
Este programa ya opera en Guachochi, Samachique y Cerocahui, y se ha extendido a otras siete parroquias de la Sierra. Ofrece apoyo psicológico, talleres, actividades escolares, espacios de escucha, deporte, y formación comunitaria, atendiendo duelo, depresión, deseo de venganza y descomposición familiar.
✝️ “Vale la pena dar la vida por la comunidad”
Para quienes conocieron a los padres Javier y Joaquín, su muerte es más que una tragedia: es el reflejo del abandono y la violencia estructural que padece la Sierra Tarahumara desde hace décadas. Pero también es una semilla de dignidad que florece en lucha, memoria y organización comunitaria.
“Seguimos de pie, con esperanza. Porque no queremos que el mundo siga igual o peor, sino mejor”, dijo el padre Ávila.
📍 A tres años del crimen de Cerocahui, la exigencia de justicia continúa, la violencia persiste y la memoria de los mártires espirituales de la Tarahumara guía el camino hacia la paz verdadera.